El Jardín de los Girasoles Inclusivos



Era un hermoso día de primavera en la Escuela del Arcoíris, donde los niños estaban llenos de energía y entusiasmo. La maestra Ana decidió que era el momento perfecto para que todos aprendieran sobre la inclusión y la amistad, así que les planteó una actividad especial.

"¡Hoy vamos a plantar girasoles juntos!", anunció la maestra Ana. "Quiero que todos participen, porque cada uno de ustedes es especial y necesario para que nuestro jardín florezca."

Los niños se miraron emocionados, especialmente Mateo, un niño que usaba una silla de ruedas, y Lila, quien a veces se sentía diferente porque le gustaba jugar a la pelota con los chicos y no a la muñeca con las chicas.

"¿Por qué tenemos que plantar girasoles?", preguntó Daniela, una de las niñas más curiosas.

"Porque los girasoles siempre siguen al sol y son muy fuertes, igual que nosotros. Y también porque simbolizan la alegría, la amistad y la inclusión", explicó la maestra.

Después de escuchar la explicación, todos los niños se organizaron en grupos. Mateo se acercó a Lila con una sonrisa.

"¿Quieres plantar girasoles conmigo?", le preguntó.

"¡Sí! Pero ¿cómo vamos a hacerlo? No puedo moverme tanto", respondió Lila un poco preocupada.

"No te preocupes, yo tengo una idea. Yo puedo mover la tierra y vos podés poner las semillas", dijo Mateo, con confianza.

La maestra Ana los observaba con una sonrisa. Esa era la verdadera esencia de la inclusión: ayudarse entre todos. Así que ayudó a Mateo a ajustar su silla, mientras Lila preparaba las semillas.

Mientras tanto, en otro grupo, algunos niños, como Tomás y Cami, estaban discutiendo sobre cómo se sentirían si alguien no los dejara participar en el juego.

"Yo no me sentiría bien", admitió Cami.

"A mí también me pasaría. Todos debemos tener la oportunidad de jugar y trabajar juntos", agregó Tomás.

La maestra Ana se acercó y les preguntó:

"¿Qué piensan que pasaría si alguien no se siente parte de nuestro grupo?"

"¡Sería muy triste!", exclamó Cami.

"¡Sí! Todos deben ser incluidos, sin importar si son chicos o chicas, o si necesitan una ayuda diferente!", concluyó Tomás.

"Exactamente" , dijo la maestra Ana. "Como los girasoles, debemos mirar hacia el sol y darnos apoyo unos a otros".

Poco a poco, todos los grupos fueron plantando sus girasoles. Al finalizar, la maestra levantó las manos para pedir atención.

"¡Muy bien, chicos! Ahora que nuestros girasoles están plantados, vamos a hacer una promesa. Vamos a cuidarlos juntos, al igual que nos debemos cuidar entre nosotros. ¿Prometen incluir a todos en las actividades de ahora en adelante?"

Todos los niños comenzaron a gritar al unísono:

"¡Sí!"

Sin embargo, al poco tiempo, notaron que los girasoles de Mateo y Lila estaban un poco inclinados.

"¿Por qué están así?", preguntó Lila, un poco preocupada.

"Quizás necesitamos darle más agua y luz, o quizás algunos girasoles necesitan un poco de apoyo de los otros", sugirió Mateo.

Los otros niños se acercaron y, con la ayuda de la maestra, comenzaron a poner cañas de madera para que los girasoles se sostuvieran mejor.

"¡Mirá! Así como los girasoles necesitan apoyos, nosotros también tenemos que darnos apoyo entre todos", reflexionó Cami.

Durante las semanas siguientes, cuidaron del jardín todos los días. Había flores de todos los tamaños y colores. Los niños aprendieron a trabajar juntos, a escuchar diferentes ideas y a animarse a ser quien eran. Cada niño, con su singularidad, contribuía en diversas formas.

Finalmente, un día, la maestra Ana les propuso una fiesta para celebrar el crecimiento de los girasoles.

"Queridos, ¡haremos un desfile de flores! Cada grupo vendrá disfrazado de su flor favorita", anunció.

"¡Yo seré un girasol!", dijo Mateo emocionado.

"¡Yo también!", gritó Lila.

Así, el día del desfile, todos los niños se vistieron de flores y se pasearon por la escuela, mostrando no solo sus girasoles, sino lo que habían aprendido sobre la inclusión y la importancia de apoyarse unos a otros. El jardín se convirtió en un símbolo de unidad y amistad.

"¡Mirá cuán alto creció nuestro girasol!", exclamó Mateo, mientras todos aplaudían.

La maestra Ana sonrió y les dijo:

"Mayores que sean nuestras diferencias, siempre podremos encontrar la forma de florecer juntos."

Y así, con un corazón lleno de alegría, todos compartieron una lección invaluable: la inclusión hace que cada color brille aún más en el jardín de la vida.

FIN.

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