El Jardín de los Juguetes Compartidos



Había una vez un niño llamado Tomás que vivía en un hermoso barrio lleno de jardines. Tomás tenía un montón de juguetes: coches de carreras, bloques de construcción, pelotas de colores y una pelota de fútbol que era su favorita. Pero había un pequeño problema: Tomás no quería prestar sus juguetes a los demás niños del jardín.

Un día, mientras jugaba, vio a su vecina, Sofía, que se acercaba con una mirada triste.

"Hola, Tomás. ¿Podés prestarme tu pelota de fútbol? Quiero jugar con los demás", le pidió Sofía.

"No, no puedo. Es mía y no me gusta que la usen otros", contestó Tomás con una mueca. Sofía se alejó, decepcionada, buscando otra cosa con qué jugar.

Los días pasaron, y Tomás notó que cada vez más niños jugaban juntos sin él. A menudo, se quedaba solo con sus juguetes, mirándolos, pero sin poder disfrutar de su compañía.

Un día, su amigo Lucas organizó un juego de equipo en el jardín y todos estaban emocionados por participar.

"¡Tomás, ven! Necesitamos más jugadores", lo llamó Lucas.

"No puedo, no tengo juguetes para jugar con ustedes", respondió Tomás, sintiendo un poco de envidia al ver lo felices que eran los otros niños juntos.

Tomás se acercó y vio cómo Lucas y Sofía estaban pasándola genial jugando y riéndose.

"Esto no es justo...", murmuró para sí mismo. En ese momento, decidió acercarse a ellos.

"¿Puedo jugar también?", preguntó un poco apenado.

Sofía sonrió y dijo:

"¡Claro! Pero necesitamos más balones para que todos puedan jugar. ¿Podés traer tu pelota de fútbol?"

"No sé...", dudó Tomás. Pero al ver lo mucho que sus amigos se divertían, sintió algo cambiar dentro de él.

Finalmente, tomó valor y se fue a buscar su balón. Cuando lo llevó al jardín, todos lo recibieron con alegría.

"¡Sí, por fin podemos jugar juntos!", exclamó Lucas.

Tomás se sintió feliz al ver a todos sonriendo. Comenzaron a patear la pelota y a correr, y pronto, el jardín se llenó de risas y juegos.

Después de un rato, Tomás tuvo una idea.

"¿Qué les parece si hacemos un turno para probar todos los juguetes? Así todos podemos jugar juntos", propuso.

Sofía y Lucas miraron a Tomás con sorpresa.

"¡Esa es una excelente idea!", exclamó Lucas.

"Sí, sería genial. Así todos podremos divertirnos con tus juguetes", agregó Sofía.

De a uno, comenzaron a jugar con los coches de carreras, los bloques de construcción, y la pelota de fútbol. Tomás se dio cuenta de lo maravilloso que era compartir, y lo divertido que resultaba jugar junto a sus amigos con juguetes que solía tener solo para él.

Al final del día, ya no solo tenía sus juguetes y un par de amigos. Había creado un espacio donde todos podían jugar y disfrutar juntos.

"Hoy me divertí muchísimo. Gracias por venir a jugar", dijo Tomás con una gran sonrisa.

"Gracias a vos por compartir tus juguetes", respondió Sofía.

"¡Sí! ¡Eres un gran amigo, Tomás!", agregó Lucas.

Desde entonces, Tomás aprendió que compartir no solo hacía felices a los demás, sino que también lo hacía a él. Y así, el jardín se convirtió en un lugar mágico lleno de risas, juegos y sobre todo, muchos amigos.

FIN.

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