El Jardín de los Recuerdos



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Arcoíris, un jardín mágico que solo se abría en momentos especiales. Este jardín, lleno de flores brillantes y colores sorprendentes, guardaba en sus pétalos los recuerdos y el amor de las personas que alguna vez lo visitaron.

Un día, dos amigos inseparables, Lía y Tomás, decidieron aventurarse en el bosque que rodeaba a Arcoíris, en busca de aventuras. Mientras exploraban, llegaron a una entrada cubierta de flores distintas. Al cruzar un arco de espinas doradas, encontraron el Jardín de los Recuerdos.

"¡Mirá, Tomás! Este lugar es increíble. Nunca había visto algo así", exclamó Lía.

"Sí, parece un mundo de fantasía. Vamos a explorar", respondió Tomás emocionado.

Mientras caminaban, cada flor parecía contar una historia a través de sus colores. Lía se detuvo frente a una rosa amarilla brillante.

"¡Qué hermosa! Me hace acordar a mi abuela. Siempre decía que los recuerdos son como flores, siempre florecen en nuestro corazón", comentó Lía, mientras tocaba suavemente los pétalos.

De repente, una mariposa azul, más grande que un libro, se posó sobre la rosa.

"¡Bienvenidos al Jardín de los Recuerdos!", dijo la mariposa con una voz suave y melodiosa. "Soy Mariposa Alma, y aquí cada flor representa un recuerdo de amor. ¿Qué les gustaría recordar?"

Tomás sonrió y respondió:

"Me gustaría recordar aquel día de verano cuando volamos cometas en la playa."

Mariposa Alma agitó sus alas, y en un instante, la flor se iluminó. Los dos amigos fueron transportados a aquel día soleado, sintieron el viento en sus rostros y vieron sus cometas volando alto en el cielo.

"¡Es tan lindo!", gritó Lía, riéndose mientras corrían por la arena.

Cuando regresaron al jardín, Lía tuvo una idea.

"¿Y si cada vez que estemos tristes, venimos aquí y recordamos nuestros momentos felices?"

"Sí, pero también podemos traer a nuestros amigos. ¡Así nunca nos sentiremos solos!", añadió Tomás, entusiasmado.

Cada vez que compartían un recuerdo y una flor, más amigos se unían a ellos. Así, el jardín comenzó a llenarse de más risas, aventuras y recuerdos. Pero un día, Lía se sintió triste porque había perdido su dibujo favorito que había hecho en la escuela.

"No puedo volver a sentirme feliz sin mi dibujo", suspiró.

Tomás, viendo a su amiga triste, le dijo:

"Ven, vayamos al Jardín. Tal vez allí encontremos una forma de recordarlo."

Al llegar, se encontraron con una flor naranja.

"Esa es la flor de la creatividad", les explicó Mariposa Alma. "En este jardín, si buscan, pueden recrear lo que han perdido."

Lía cerró los ojos y recordó cada trazo de su dibujo, cada color que había elegido. Tomás hizo lo mismo, y cuando abrieron los ojos, la flor se iluminó, y su dibujo apareció en el aire como si nunca se hubiera ido.

"¡Lo encontré! ¡Es maravilloso!", gritó Lía, abrazando a Tomás.

"Ves, los recuerdos nunca se pierden, siempre están en nuestros corazones", dijo Tomás.

Así, el Jardín de los Recuerdos se convirtió en su lugar especial. Cada vez que alguien necesitaba un recuerdo, se acercaba a la mariposa azul, y juntos recordaban y revivían momentos hermosos.

Con el tiempo, Arcoíris se volvió un lugar de amor, donde los habitantes compartían sus recuerdos y hacían nuevos, convirtiendo su alegría en un hilo que conectaba a todos. Lía y Tomás aprendieron que aunque algunas cosas podrían perderse, siempre había un camino para recordar y que el amor se cultivaba en compañía de los demás.

FIN.

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