El jardín de los secretos
En un colorido vecindario, donde los árboles susurraban al viento y las flores bailaban al compás del sol, vivía una pequeña niña llamada Lila. Era conocida por su risa contagiosa y su curiosidad infinita. A su lado, siempre encontrabas a su mejor amigo, Tomi, un niño aventurero y valiente. Juntos, exploraban desde los rincones del parque hasta las nubes en el cielo.
Un día, mientras jugaban en el jardín, Lila notó algo extraño en una de las flores.
"¡Mirá, Tomi!" - exclamó Lila, apuntando con su dedo "Esa flor tiene un color rarísimo. Nunca había visto algo así."
Tomi se acercó emocionado "Es hermosa. ¿Cómo se llamará?" - mientras tocaba sus pétalos con delicadeza.
Mientras jugaban, una anciana apareció. Tenía un aire misterioso y un sombrero ancho que cubría su rostro.
"Hola, pequeños. He visto cómo disfrutan de su jardín. Pero cuidado, a veces las cosas más bellas pueden esconder secretos."
"¿Secretos?" - preguntó Lila "¿De qué hablás?"
La anciana sonrió "Secretos sobre el cuerpo y su protección. Hay partes que son solo de ustedes y nadie más debe tocarlas, sin importar cuán amistoso parezca."
Lila y Tomi se miraron confundidos.
"¿Cómo cuáles?" - inquirió Tomi.
"Las partes del cuerpo que te hacen sentir incómoda o insegura. Siempre deben confiar en sus instintos y decir algo si alguien las toca cuando no quieren. Recuerden: su cuerpo es un jardín secreto que debe ser respetado."
Lila, intrigada, preguntó "¿Y si alguien no entiende eso?"
La anciana pensó un momento "Pueden irse, pedir ayuda o hablar con una persona de confianza. Nadie tiene que sentirse incómodo en su propio jardín."
Los niños, más que emocionados, se sintieron aliviados. A la mañana siguiente, mientras jugaban de nuevo, apareció un nuevo vecino, Lucas. Era un chico divertido que se ofreció a jugar con ellos.
"¡Hola! ¿Quieren jugar a la pelota?" - preguntó Lucas.
Lila y Tomi sonrieron y comenzaron a jugar. Pero a medida que avanzaba el juego, Lucas empezó a acercarse demasiado y a tocar a Lila de forma que a ella no le agradaba. Recuerda lo que la anciana les había enseñado.
"¡Eh! Dormí tranquilo, basta!" - le dijo Lila. "No me gusta eso. Mi cuerpo es mi jardín y tenés que respetarlo."
Lucas se detuvo, mirando sorprendido. "Oh, lo siento. No quise hacerte sentir mal. No sabía que no te gustaba."
Lila, sintiendo seguridad, respiró hondo "Está bien. Todos podemos aprender a jugar y ser amigos sin tocarnos. ¿Te parece si seguimos jugando desde lejos?"
Tomás observó con admiración a Lila y sonrió "Eso es. ¡Así se hace! Cada uno tiene que cuidarse a sí mismo."
Lucas se rió y levantó las manos "¡Lo prometo! Juguemos así, manteniendo nuestra distancia, como en un partido de fútbol."
Los tres continuaron jugando y riendo, creando un hermoso vínculo de amistad donde cada uno se sentía seguro y feliz. Después de un par de horas, cuando el partido terminó, Lila se sintió orgullosa de haber defendido su espacio.
"Gracias, Lila. Me enseñaste algo importante hoy," - dijo Lucas.
"Así siempre tenemos que cuidarnos y respetarnos. ¡Nadie debe sentirse desconfortable!" - replicó Lila.
La anciana observó desde lejos, escondida entre los árboles, sonriendo satisfecha. Supo que la enseñanza del respeto había encontrado un pequeño rincón en el corazón de los niños.
Desde aquel día, Lila y Tomi se convirtieron en defensores de su jardín secreto, compartiendo con otros niños la importancia de cuidar su espacio y sus cuerpos.
FIN.