El Jardín de los Sentimientos
En un pequeño pueblo llamado Sentilandia, había un famoso jardín, conocido como "El Jardín de los Sentimientos". Este jardín estaba lleno de flores que representaban diferentes emociones: el amor, la tristeza, la felicidad y la pasión. Cada flor tenía su propio color y forma, y todos los habitantes del pueblo acudían al jardín para entender sus propios sentimientos.
Un día, tres amigos, Luna, Tomás y Ana, decidieron visitar el jardín para aprender sobre sus emociones. Al llegar, se encontraron con una hermosa flor roja que brillaba con mucha intensidad.
"¡Miren qué hermosa es!" - exclamó Luna, tocando suavemente los pétalos.
"Esa es la flor del amor" - dijo Tomás, recordando lo que su abuela le había contado. "Representa la alegría y la conexión entre las personas".
Pero justo cuando estaban disfrutando del momento, un viento fuerte comenzó a soplar y, de repente, una flor azul, muy triste, se arrastró hacia ellos.
"¡Ayuda! ¡Estoy tan triste! ¡Me siento sola!" - dijo la flor azul con una voz melancólica.
"¿Por qué te sientes así?" - preguntó Ana, preocupada.
"He visto a muchas flores rojas juntas y nunca he tenido un amigo cercano. Me gustaría sentir esa conexión también" - contestó la flor.
Los amigos miraron la flor triste y se sintieron conmovidos.
"Podemos ser tus amigos. ¡Te prometemos que no estarás sola!" - prometió Luna.
Así, comenzaron a compartir historias y risas con la flor azul. Sin embargo, un día, mientras paseaban, la flor roja comenzó a marchitarse ligeramente, y los amigos se dieron cuenta de que necesitaba más atención.
"No sé qué pasa, pero no me siento tan brillante como antes" - se preocupó la flor roja.
"Tal vez, como hemos estado ayudando a la flor azul, no hemos cuidado de ti como deberíamos" - reflexionó Tomás.
La flor roja, sintiéndose olvidada, empezó a marchitarse más rápido, lo que causó una gran tristeza entre los amigos.
"No podemos olvidar el amor porque también podemos ser infieles a nuestras emociones" - dijo Ana, con la certeza en su voz.
"¡Sí! Debemos equilibrar nuestro tiempo para cuidar a ambas flores" - pidió Luna nuevamente con esperanzas.
Entonces, los amigos decidieron dividir su tiempo: jugaban con la flor triste y, al mismo tiempo, hablaban y cuidaban la flor roja para que recobrara su brillo.
Con el paso del tiempo, ambas flores comenzaron a florecer. La flor azul sonrió más y más, mientras que la flor roja recuperaba su esplendor.
"Esto es increíble, ¡gracias por ser mis amigos!" - dijo la flor azul, con sus pétalos brillando con alegría.
"¡Es un placer! ¡El amor y la amistad pueden florecer juntos!" - dijo Tomás, alegremente.
Ese día, los amigos aprendieron que cada sentimiento necesita atención, y que la infidelidad a uno de ellos puede llevar a la tristeza. Al final, entendieron que el amor y la pasión por todos sus sentimientos podían coexistir en armonía, permitiendo que cada uno floreciera.
Y así, el Jardín de los Sentimientos no solo siguió floreciendo, sino que también se llenó de felicidad, mientras los amigos sonreían y jugaban juntos, cuidando cada emoción con ternura y dedicación.
FIN.