El Jardín de los Sentimientos



Érase una vez en un pequeño pueblo llamado Colores, donde la gente vivía en armonía. En este pueblo, había un hermoso jardín donde crecían flores de todos los colores y formas. Cada flor representaba un sentimiento: el amor, la empatía, la amistad y la tolerancia. Las flores eran cuidarlas por un grupo de niños llamados El Grupo de los Cuentacuentos.

Los miembros del grupo eran Lila, una niña dulce y amiga de todos; Tomás, un niño valiente pero a veces impulsivo; Sofía, una pequeña con una gran sensibilidad hacia los sentimientos de los demás; y Benjamín, un chico divertido que siempre hacía reír a sus amigos.

Un día, mientras cuidaban el jardín, notaron que las flores estaban marchitándose.

"¿Por qué se están poniendo así?" - preguntó Lila, preocupada.

"No lo sé, creo que necesitan más atención" - dijo Sofía.

"O tal vez el sol no brilla tan fuerte como antes" - añadió Tomás, mirando al cielo.

"No, creo que lo que les falta son los sentimientos, como amor y amistad" - comentó Benjamín, haciendo una mueca divertida.

Al escuchar esto, Lila tuvo una idea.

"¡Vamos a organizar una fiesta en el jardín! Invitemos a todos los niños del pueblo y hagamos juegos donde podamos compartir nuestros sentimientos".

Todos estuvieron de acuerdo y comenzaron a hacer invitaciones. El día de la fiesta, el jardín estaba lleno de risas y colores. Había juegos de abrazos, carreras de empatia y el famoso juego del "me alegra tu corazón", donde cada niño compartía algo bueno de un amigo.

Mientras jugaban, Lila notó que un niño nuevo observaba desde el borde del jardín.

"¿Quién es ese?" - preguntó Tomás mirando al chico.

"No sé, pero parece que no tiene amigos" - respondió Sofía, sintiéndose un poco triste por él.

Benjamín, que siempre tenía una idea divertida, dijo:

"¡Vamos a invitarlo!" - y se acercó al niño.

"¡Hola! Vení a jugar con nosotros, creo que necesitaríamos un jugador más en nuestra fiesta".

El niño, que se llamaba David, se mostró tímido al principio, pero al instante sonrió al escuchar la invitación.

"¿De verdad?" - preguntó, sorprendido.

"Sí, ¡vení!" - respondió Lila con una sonrisa cálida.

David se unió al grupo y pronto se sintió como uno más. Entre juegos y risas, los niños compartieron historias y momentos. David contó cómo se había mudado recientemente y cómo le había costado hacer amigos en su nuevo colegio.

"Es difícil llegar a un lugar nuevo" - le dijo Sofía con empatía.

"Sí, pero me alegra que me hayan invitado" - respondió David, con una sonrisa.

Sin embargo, a medida que la fiesta avanzaba, Tomás, que a veces actuaba sin pensar, comenzó a hacer bromas sobre los nuevos chicos que llegaban al pueblo.

"¡Mirá, ahí viene otro nuevo! ¿Quién será, el rey de los nuevos?" - dijo, riendo.

Lila, al escuchar esto, sintió que el ambiente se tornaba incómodo y decidió actuar.

"Tomás, eso no está bien. Todos somos nuevos en algún momento y cada uno merece ser recibido con amabilidad" - le dijo, amiga pero con firmeza.

Sofía asintió y agregó.

"Sí, el respeto y la tolerancia son muy importantes. Como nuestras flores, todos crecemos mejor cuando somos cuidados y queridos".

Tomás se dio cuenta de su error y se acercó a David.

"Lo siento, no quise hacerte sentir mal. ¡Me alegra que estés aquí con nosotros!" - dijo, sinceramente.

David sonrió de nuevo.

"Está bien, a veces es difícil entrar a un grupo nuevo".

La fiesta continuó y con cada risa, los niños notaron cómo el jardín florecía más y más. Las flores comenzaron a brillar intensamente, llenando el aire con su fragancia.

Al final del día, Lila, Tomás, Sofía y Benjamín se sentaron alrededor de David para compartir un momento especial.

"Sabés, todos aprendimos hoy algo valioso" - dijo Sofía, mirando a los demás.

"Sí, cada uno de nosotros tiene algo único que aportar" - agregó Benjamín, haciendo caras graciosas para hacer reír a David.

"Sobre todo, que los colores del amor, empatia, amigos y tolerancia son lo que hace a nuestro jardín especial" - concluyó Lila.

Y así, se formó una nueva amistad que floreció en el jardín, recordando siempre la importancia de cuidar no solo las plantas, sino también los corazones de quienes nos rodean. Desde ese día, el jardín de los sentimientos creció más hermoso que nunca, y sus flores jamás se marchitaron.

FIN.

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