El Jardín de los Sentimientos



En un pequeño pueblo, había una niña llamada Lila que adoraba su jardín. En él, crecían flores de todos los colores y sus plantas eran sus mejores amigas. Todos los días, Lila se pasaba horas cuidando de su jardín, hablando con las flores y contando historias. Su flor favorita era una hermosa rosa llamada Rosita.

Un día, mientras regaba su jardín, Lila notó que Rosita estaba marchita y triste.

"¿Qué te pasa, Rosita?" - preguntó Lila.

"Me siento olvidada, Lila. Todos los días te veo jugar con tus nuevas amigas y creo que ya no me amas como antes" - respondió la rosa.

Lila se preocupó. No quería que su amiga se sintiera así.

"¡No, no! Te amo, Rosita, pero a veces me distraigo. No te he olvidado. Te prometo que te cuidaré mejor" - aseguró Lila.

Decidida a hacer que Rosita se sintiera mejor, Lila decidió crear un espectáculo de luz y color en su jardín. Comenzó a invitar a sus amigas a participar.

"¡Vengan, amigas! Vamos a hacer una fiesta para Rosita" - dijo Lila emocionada.

Las chicas llegaron con globos, pintura y música. Comenzaron a pintar las piedras del jardín, a colgar luces y a hacer guirnaldas de flores. Rosita observaba todo desde su lugar, sintiéndose un poco más alegre, pero aún con un resquicio de tristeza.

La fiesta comenzó y se llenó de risas y juegos. Todos festejaron y Lila, en medio de la diversión, se olvidó un poco de Rosita, que seguía sintiéndose marchita. Al final de la noche, cuando las luces se apagaron y los demás se marcharon, Lila se dio cuenta de que había dejado de lado a su amiga.

"¡Oh, no!" - exclamó Lila. "¿Te sientes mejor, Rosita?"

"Estuvo divertido, pero sigo sintiéndome sola.

"No quise hacerte sentir mal. Voy a cuidar de ti todos los días, pero necesito tu ayuda para aprender a encontrar un equilibrio" - dijo Lila.

Rosita se iluminó.

"¡Eso es! Podemos aprender juntas a compartir mis colores con el resto del jardín. Y tú, con las flores amigas" - respondió entusiasmada.

Desde ese día, Lila y Rosita trabajaron en equipo. Aprendieron a hacer sitio para el amor hacia las demás flores y a no olvidar lo que era especial para ellas. Cada día cuidaban de todas las plantas, pero Lila siempre se tomaba un momento para charlar con Rosita, regarla y recordarle que siempre la amaría.

Las otras flores también comenzaron a florecer y el jardín se transformó en el más hermoso del pueblo. Y así, Rosita ya no se sentía sola.

Al final, Lila y Rosita comprendieron que el amor no se trataba de elegir a una sola, sino de aprender a compartirlo.

"Nunca dejemos que nuestras amigas se sientan olvidadas, ¿verdad?" - dijo Lila.

"¡Exactamente! Al final, las mejores amistades son las que pueden crecer juntas" - respondió Rosita, radiante.

Desde ese día, el jardín siempre estuvo lleno de risas, colores y, sobre todo, amor compartido.

FIN.

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