El jardín de los sentimientos
En un hermoso barrio de Buenos Aires, vivía una chica llamada Sofía. Sofía era una niña dulce y curiosa que pasaba sus días explorando el jardín de su casa. Entre flores de mil colores y mariposas revoloteando, Sofía también cultivaba un secreto: estaba enamorada de su amigo Tomás.
Tomás era un chico amable y divertido que siempre la hacía reír. Sin embargo, cuando él le confesó su amor, Sofía no sentía lo mismo. Su suculento jardín estaba lleno de otras flores que la deslumbraban, y no prestó atención al cariño que le ofrecía Tomás.
Pero las estaciones cambiaron y, con el tiempo, Sofía comenzó a notar que Tomás era diferente. Cada vez que estaban juntos, su corazón comenzaba a latir más rápido y su risa se hacía eco en el aire. Un día, mientras paseaban por el parque, Sofía se dio cuenta de algo extraño: comenzó a sentir mariposas en su estómago.
"Tomás, ¿te has dado cuenta de cuánto nos divertimos juntos?" - preguntó Sofía, con un brillo en sus ojos.
"Sí, es genial estar contigo, Sofi. Eres una amiga increíble" - respondió Tomás, sin sospechar lo que su amiga realmente sentía.
Con cada encuentro, Sofía se enamoraba más de él. Pero había un problema: Tomás comenzaba a mirar a otra chica, Valentina, que era nueva en la escuela. Era dulce, simpática, y eso hacía que Sofía se preocupara.
Un día, Sofía decidió ser valiente y hablar con Tomás. Tal vez podría abrirle su corazón.
"Tomás, ¿podemos hablar un momento?" - dijo Sofía, nerviosa.
"Claro, Sofi, ¿qué pasa?" - contestó Tomás, mirándola con atención.
Y así, Sofía le confesó sus sentimientos.
"La verdad es que me estoy enamorando de vos, Tomás. A veces, cuando te veo sonreír, siento muchas mariposas en mi pecho" - añadió, con un suspiro de esperanza.
Pero el rostro de Tomás cambió. Con el mismo cariño, le respondió:
"Sofía, sos una amiga maravillosa, pero... en este momento, no me siento igual. Ya me gusta Valentina. Espero que puedas entenderlo".
Sofía sintió que su mundo se desmoronaba, pero lo aceptó con gracia.
"Está bien, Tomás. Solo quería ser honesta con vos" - dijo, intentando mantener una sonrisa.
Los días pasaron y el jardín de Sofía parecía perder su color. Miraba a Tomás divertirse con Valentina y un nudo en su garganta le recordaba su amor. Pero algo dentro de ella sabía que debía seguir adelante. Decidió entonces cultivar sus propias flores, sus sueños y pasiones.
Con cada plantita que cuidaba, Sofía descubría que su felicidad no dependía completamente de Tomás. Comenzó a dibujar, a leer y explorar el mundo que la rodeaba. Se unió a un club de arte y comenzó a hacer nuevas amigas.
Un día, mientras pintaba en el parque con sus nuevas amigas, se dio cuenta de que sus sentimientos estaban cambiando. Ya no estaba pensando todo el tiempo en Tomás, sino en lo feliz que estaba creando su propio jardín lleno de colores.
Pasaron los meses y, una tarde soleada, Tomás se acercó a Sofía con una gran sonrisa.
"Sofi, ¿cómo estás? He notado que estás radiante últimamente" - dijo Tomás, algo sorprendido por su cambio.
"Gracias, Tomás. Estoy bien. He estado ocupada con algunas cosas que me gustan mucho" - respondió, sintiendo que esas mariposas estaban empezando a alejarse.
Y así, mientras él compartía su vida con Valentina, Sofía se dio cuenta de que su jardín de amor se había transformado en un hermoso campo de estadísticas sobre la autosuficiencia y amistad. La tristeza que había sentido fue reemplazada por la alegría de ser ella misma.
Era una lección que le había costado aprender, pero finalmente comprendió que el amor no correspondido no le quitaría su alegría si decidía mirar las flores del presente.
Y en ese jardín de los sentimientos, Sofía no solo cultivó amor, sino también una hermosa amistad con Tomás que perduraría para siempre. Al final, ella entendió que ser feliz era la mejor forma de cuidar el jardín más importante: el de su propia vida.
FIN.