El Jardín de los Sentimientos



En un hermoso pueblo llamado Arcoíris, donde la naturaleza brillaba con intensos colores, vivían tres amigos inseparables: Lila, una niña llena de energía y creatividad; Tomás, un niño con una voz melodiosa y suave; y Clara, una pequeña sabia y tierna que siempre encontraba el lado bueno de las cosas. Sin embargo, lo que ellos no sabían era que en su amistad se escondía un secreto profundo que los llevaría a una extraña aventura.

Un día, mientras exploraban un bosque cercano, encontraron una flor radiante que desprendía un brillo especial. Lila, emocionada, exclamó: "¡Miren qué hermosa es esta flor! Deberíamos llevarla a casa para cuidarla". Pero Clara, con su voz tranquila, advirtió: "¿Y si esta flor tiene un poder especial? Podría ser algo divino". Tomás, siempre soñador, insistió: "Vamos, lo que importa es que es preciosa. Más tarde no será igual, ¡la llevaremos!" Mañana en el jardín.

Ignorando las advertencias de Clara, cosecharon la flor y la llevaron a su hogar. A partir de ese momento, algo extraño comenzó a suceder. Cada vez que cada uno de ellos miraba la flor, sentía una emoción diferente. Mientras Lila se llenaba de alegría, Tomás comenzaba a sentir una fuerte atracción por ella. Por su parte, Clara, al ver el cariño que Tomás le estaba brindando a Lila, comenzaba a sentir celos. El equilibrio de su amistad se rompía, y cada uno de ellos se sentía más confundido.

Pasaron los días y la tensión crecía. Un día, Lila afirmó: "¡Tomás, me gusta! Me hace feliz ver tu sonrisa. Quiero que seamos más que amigos". Los ojos de Tomás brillaron, pero entonces, recordó a Clara y su tristeza. "Lila, no sé… Clara también es especial para mí. Esto no se siente bien". Entonces Clara, sintiéndose apartada, gritó: "¡Esto es antinatural! ¡Siempre hemos sido una familia! ¿Por qué ahora tienen que hacerme sentir así?"

En ese momento, la flor comenzó a brillar intensamente y de repente, se llenó de un mágico humo verde que los rodeó. Cuando este se disipó, se encontraron en un jardín enorme, lleno de flores de todos los colores. Al fondo, había una enorme figura que parecía ser el espíritu de la flor; era divino. "He venido a ayudar con su desequilibrio" dijo la figura pacientemente. "Cada uno de ustedes debe entender que el amor no se trata de posesión ni celos, sino de la capacidad de compartir.

"Pero, no quiero perder a Tomás" exclamó Lila

"Y yo no quiero que Clara sufra" añadió Tomás.

"Yo sólo deseo verlos felices" murmuró Clara entre lágrimas.

El espíritu de la flor, con calma y dulzura, respondió: "Entiendan, ni el mal, ni el antinatural debe privarles de su alegría. Solo el amor sincero y el entendimiento pueden sanar cualquier desbalance. Deben elegir juntos y recordar que su amistad es el verdadero tesoro".

De repente, cada uno recibió una luz cálida y comprendieron que podían ser amigos y seguir sintiendo cariño entre ellos sin perderse el uno al otro. El amor no era solo de una forma; podía tomar muchas pero siempre debía aprender a ser libre.

Con una risa sincera y un abrazo conjunto, regresaron a casa. La flor en su jardín ahora era aún más hermosa, pero entendieron que no necesitaban poseerla. Decidieron cuidarla juntos, como símbolo de su amistad. A partir de entonces, siempre recordarían lo que aprendieron en el jardín de los sentimientos: el verdadero amor crece cuando se comparte, y la amistad los unía aún más que antes.

Así, el pueblo de Arcoíris siempre tuvo tres amigos inseparables que no solo brillaban en sus corazones, sino que también enseñaron a otros sobre la importancia de la amistad, el amor sincero y la felicidad compartida.

FIN.

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