El Jardín de los Sueños



En un pequeño pueblo llamado Arcoíris, vivía una niña llamada Clara. Clara era muy curiosa y siempre se preguntaba qué pasaría si plantaba una semilla mágica en su jardín. Un día, mientras exploraba el bosque, encontró una semilla brillante y decidió llevarla a casa.

- ¡Mamá! - exclamó Clara - encontré una semilla especial. ¿Puedo plantarla en nuestro jardín?

- Claro, Clara - respondió su mamá con una sonrisa. - Pero recuerda regarla todos los días.

Clara, emocionada, plantó la semilla en el rincón más soleado de su jardín. Cada mañana, con el primer rayo de sol, corría a regarla y a hablarle:

- ¡Vamos, semilla! ¡Crece fuerte y hermosa!

Los días pasaron y Clara notó que nada sucedía. La semilla seguía allí, en la tierra, sin moverse. Un día, frustrada, decidió rendirse y dejó de regarla.

Al día siguiente, mientras jugaba con sus amigos, escuchó un misterioso ruido proveniente del jardín.

- ¿Qué será eso? - preguntó Pedro, su mejor amigo.

- No lo sé, pero vamos a averiguarlo - dijo Clara, intrigada.

Los dos corrieron hacia el jardín y, para su sorpresa, vieron un pequeño brote brillando en el suelo. Clara se llenó de alegría.

- ¡Mirá! ¡Está creciendo! - gritó, saliendo corriendo de la casa.

Pero el brote no era un brote común. Creció rápidamente, convirtiéndose en una planta que alcanzaba los cielos. La planta, envuelta en luces de colores, se llenó de hojas que parecían murales de pinturas. Clara y Pedro no podían creer lo que veían.

- ¡Es hermosa! - dijo Pedro, asombrado.

Los días pasaron y la planta se convirtió en un lugar de encuentro para todos los niños del pueblo. Clara compartía su historia y todos decidieron cuidarla juntos.

Un día, un anciano del pueblo se acercó curioso a la planta.

- Buenas tardes, niños. ¿De quién es esta maravilla? - preguntó el anciano.

- ¡Es de Clara! - respondieron al unísono.

El anciano sonrió y relató una leyenda:

- Dicen que las plantas que crecen con sueños y cuidados pueden llevar a lugares mágicos. Pero solo pueden florecer si todos ayudan a cuidarlas.

Clara se dio cuenta de que, aunque había querido la planta solo para ella, su verdadero poder se multiplicaba con la ayuda de otros.

- ¡Así que debemos cuidarla todos juntos! - exclamó Clara entusiasmada.

Y así fue como el jardín de Clara se convirtió en un símbolo de unión en Arcoíris. Los niños no solo aprendieron a cuidar de la planta, sino que también descubrieron la alegría de compartir y trabajar en equipo.

Una tarde, mientras regaban la planta, Clara preguntó:

- ¿Qué pasaría si todos los días compartimos un sueño?

Los niños pensaron y decidieron que compartirían un sueño cada tarde. Con el tiempo, cada niño cultivó su propia semilla de sueños en el jardín y, uno a uno, esos sueños empezaron a florecer.

Desde ese día, el Jardín de los Sueños no solo se llenó de plantas maravillosas, sino también de risas, amistades y mil colores que representaban la unión de todos.

Y así, Clara comprendió que los sueños son más hermosos cuando se comparten, y que a veces, lo que parece un pequeño gesto puede convertirse en un gran jardín de esperanza y alegría.

Y así, el pueblo de Arcoíris aprendió que, juntos, siempre podrían alcanzar las estrellas.

Fin.

FIN.

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