El Jardín de los Sueños



En un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos de aguas cristalinas, vivía una niña llamada Lila. Siempre curiosa y llena de energía, Lila pasaba sus días explorando el bosque y jugando con los animales. Un día, mientras caminaba, encontró un camino que nunca había visto antes.

- ¡Hola, pequeño pájaro! - dijo Lila a un loro de colores brillantes que se posó en una rama. - ¿Sabés a dónde lleva este camino?

- ¡Hola, Lila! - respondió el loro con su voz melodiosa. - Este camino lleva al Jardín de los Sueños, un lugar mágico donde los sueños se vuelven realidad.

Lila, fascinada por la idea, decidió seguir al loro. Después de caminar un rato, llegó a un hermoso jardín lleno de flores de todos los colores y mariposas que danzaban en el aire. En el centro del jardín, había un lago brillante que reflejaba el cielo.

- ¡Es hermoso! - exclamó Lila. - Pero, ¿qué se hace aquí?

- En este lugar, cada persona puede hacer un deseo - explicó el loro. - Pero hay una regla: solo puedes desear algo que ayude a los demás.

Lila se sentó a pensar. Recordó a Ana, su amiga, que siempre estaba triste porque no podía jugar con su perrito, que estaba enfermo. Entonces Lila cerró los ojos y pidió:

- Ojalá pueda encontrar una manera de ayudar a Ana y a su perrito.

De repente, el agua del lago comenzó a brillar y del fondo emergió un extraño objeto: una varita mágica.

- Usa esta varita con sabiduría - dijo el loro. - Pero recuerda, no todo es tan simple como parece.

Lila, emocionada, tomó la varita y decidió volver a casa. Al llegar, encontró a Ana sentada en un banco, con el perrito en su regazo, mirando al suelo con tristeza.

- Hola, Ana. - saludó Lila. - ¿Puedo ayudarte?

- Oh, Lila, mi perrito no se siente bien. - suspiró Ana. - No sé qué hacer.

Lila, sintiendo que era el momento de usar la varita, movió la varita y dijo:

- Que el perrito esté sano y feliz otra vez.

Pero en lugar de que el perrito comenzara a saltar de alegría, algo sorprendente ocurrió. La varita brilló intensamente, y el perrito comenzó a hablar.

- ¡Gracias, Lila! - dijo el perrito. - Pero no necesito un deseo para ser feliz. Solo necesito un poco de tiempo y cariño.

Ambas chicas se quedaron boquiabiertas.

- Pero... - balbuceó Lila. - Te deseo que estés sano.

- La salud llega por muchas maneras, a veces solo se necesita amor. - explicó el perrito con una sonrisa. - ¿Qué tal si juntas hacemos actividades divertidas al aire libre? Eso me hará sentir mucho mejor.

- ¡Eso suena genial! - dijo Ana, sus ojos brillando nuevamente. - Ël tiene razón. Pensemos en juegos que nos hagan reír y movernos.

Lila, Ana y el perrito comenzaron a jugar en el parque cercano. Una vez que empezaron a correr y jugar, el perrito mostró más energía. Los tres rieron y disfrutaron del tiempo juntos, y, al final del día, el perrito ya no parecía triste.

De este modo, Lila aprendió que a veces los deseos más mágicos son aquellos que se cumplen con acciones simples y honestas. Por otro lado, Ana se dio cuenta de que estar con sus amigos y dar amor y atención era lo que realmente hacía feliz a su perrito.

Durante los días siguientes, Lila regresó al jardín y le preguntó al loro:

- ¿Por qué no puedo hacer que la varita funcione? Como volverse magia.

- Recuerda, Lila - respondió el loro. - La verdadera magia está en el amor y la amistad. Siempre estará presente cuando elijas ayudar a los demás.

Lila sonrió.

- ¡Tenés razón! Siempre haré lo posible para ayudar a mis amigos.

Desde entonces, Lila se convirtió en la niña que hacía feliz a todos en su pueblo con pequeños actos de bondad. Nunca olvidó la lección del Jardín de los Sueños, ni al loro que le enseñó sobre la importancia del amor y la amistad.

Y así, el jardín continuó lleno de vida, sueños y mucha, mucha alegría.

FIN.

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