El Jardín de los Sueños
En un hermoso pueblito lleno de colores vivos y risas, vivía un niño llamado Juan. Era un chico **aventurero** que siempre buscaba nuevas experiencias. Un día, mientras exploraba un rincón del bosque, se encontró con un antiguo mapa escondido bajo una roca. Dicha hoja amarillenta prometía llevar a quien lo siguiera a un lugar mágico.
"¡Mirá, un mapa! ¿A dónde me llevará?" - dijo Juan, emocionado.
Decidido a seguir la aventura, decidió invitar a su mejor amigo, Mateo, un niño **juguetón** que siempre estaba de buen humor y sabía hacer reír a todos.
"Mateo, vení. Vamos a buscar el lugar que dice el mapa. ¡Puede ser una gran aventura!" - gritó Juan.
"¡Sí, claro! ¡Esto va a ser divertido!" - respondió Mateo riendo, con su característica sonrisa.
Juntos, partieron hacia el lugar indicado en el mapa. En el camino, se encontraron con un lindo perro llamado Bruno, que se unió a su búsqueda.
"Hola, soy Bruno. ¿Puedo ir con ustedes?" - ladró el perro, moviendo la cola.
"¡Por supuesto, Bruno! Cuantos más seamos, más divertida será la aventura" - dijo Juan, siendo muy **amable**.
Tras muchas risas y juegos, llegaron a un claro mágico. Allí, se dieron cuenta de que el lugar del mapa era un jardín lleno de flores de todos los colores y criaturas fantásticas. Sin embargo, el jardín parecía triste, y las flores no brillaban como deberían.
"¿Por qué el jardín está así?" - preguntó Mateo, mirando a su alrededor.
"No lo sé, pero creo que debemos ayudarlo" - respondió Juan, con la mirada llena de **sueños**.
En ese momento, escucharon un suave susurro que decía: "Para que el jardín vuelva a florecer, necesitás encontrar las semillas de la alegría".
"¿Dónde podemos encontrar esas semillas?" - preguntó Bruno, con curiosidad.
"Sólo quienes son aventureros, juguetones, amables y soñadores, pueden hacerlo" - respondió la voz.
Juan, Mateo y Bruno decidieron separar sus tareas. Juan recorrió el jardín buscando pistas, Mateo se dedicó a hacer que las criaturas del jardín se rieran y Bruno se encargó de hacer nuevos amigos entre las criaturas mágicas, implícitamente buscando las semillas.
Después de un rato, Juan encontró un pequeño tesoro escondido bajo una piedra. Era una caja con varias semillas brillantes y coloridas.
"¡Las encontramos!" - gritó Juan, corriendo hacia sus amigos.
"¡Qué alegría!" - dijo Mateo, saltando de felicidad.
Con gran cuidado, plantaron las semillas en el jardín, y de repente, flores de mil colores comenzaron a brotar, llenando el lugar de alegría y vida. Las risas de Mateo resonaban mientras los pájaros cantaban.
"¡Miren cómo florecen!" - exclamó Juan, observando maravillado.
En ese instante, las criaturas del jardín se acercaron agradecidas, y les contaron que habían estado tristes porque habían olvidado la importancia de la alegría y la amistad. Gracias a sus esfuerzos, el jardín volvió a brillar.
Juan, Mateo y Bruno regresaron a su pueblito, no solo con el corazón lleno de alegría, sino también con una valiosa lección: la verdadera magia se encuentra en la amistad, la amabilidad y el espíritu de cada uno para soñar y aventurarse juntos.
Así que, si alguna vez se sienten un poquito tristes, recuerden lo que hicieron Juan, Mateo y Bruno. ¡Salgan a jugar, a reír y a compartir!
Y así termina nuestra historia, pero como siempre sucede con las buenas aventuras, lo que importa es lo que venga después. ¿Quizás tú también te atrevas a buscar tu propio jardín de sueños?
La magia está en tus manos.
FIN.