El Jardín de los Sueños
Había una vez una señora llamada Ana, que vivía en una pequeña casa al borde de un bosque. Ana era una mujer muy amable, pero siempre se sentía triste y solitaria. Cada día, la veía asomarse por la ventana, viendo cómo los niños del barrio jugaban en el parque. Ana suspiraba con nostalgia, recordando los días de su infancia, cuando su risa se escuchaba por toda la calle.
Una tarde, mientras miraba por la ventana, Ana comenzó a llorar. "Me siento tan sola", murmuró para sí misma, secándose las lágrimas con un pañuelo. De repente, un pequeño gorrión se posó en el alféizar de la ventana.
"¿Por qué lloras, señora?" preguntó el gorrión, con una voz suave y melodiosa.
"Oh, pequeño amigo, me siento muy sola. Ya no tengo a nadie con quien jugar o reír", respondió Ana con tristeza.
El gorrión la miró con ojos brillantes.
"¿Te gustaría salir a jugar?" propuso.
"¡Pero no tengo con quién jugar!" exclamó Ana.
"Yo puedo acompañarte. Solo hay que buscar en tu corazón un poquito de alegría y entusiasmo".
Ana dudó, pero la idea del gorrión la hizo sonreír un poco.
"Está bien, voy a intentarlo", dijo, dejando a un lado su pañuelo. Se vistió rápidamente y salió al jardín, donde empezó a procurar su pequeño huerto.
Sin embargo, el jardín estaba descuidado, lleno de malas hierbas y flores marchitas.
"Esto parece un lugar triste", dijo el gorrión.
"Sí, lo sé. Pero no sé por dónde empezar a arreglarlo".
"Vamos a transformarlo juntos, a ver qué podemos hacer con un poco de alegría", animó el gorrión.
Y así, la señora Ana comenzó a trabajar en su jardín bajo la atenta mirada del gorrión. Platicaban mientras removían tierra, plantaban semillas y regaban las plantas. Con cada risa compartida, Ana se sentía un poco más ligera, como si las malas hierbas de su corazón comenzaran a desaparecer.
Los días pasaron, y el jardín comenzó a florecer. Flores coloridas llenaron el espacio, llenando el aire con su dulce aroma. A medida que el jardín tomaba vida, algo mágico ocurrió.
"¡Mira, Ana!" exclamó el gorrión un día, "las mariposas vienen a visitar nuestro jardín".
"Es cierto, ¡mira cuántas hay!" respondió Ana, con una gran sonrisa en su rostro.
"Las mariposas vienen donde hay belleza y alegría. Debemos seguir creando más".
Un día, mientras Ana y el gorrión cuidaban el jardín, escucharon una risa que provenía de la calle. Ana se asomó y vio a los niños del barrio, admirados por las flores.
"¡Qué jardín tan hermoso!" dijo una niña.
"¿Podemos jugar aquí?" preguntó otro niño emocionado.
Ana sintió un calidez en su corazón.
"¡Claro que sí! Mi jardín es para todos".
Los niños comenzaron a jugar, corriendo entre las flores y riendo alegremente. Ana se unió a ellos, riendo y disfrutando como cuando era niña. El gorrión revoloteaba de aquí para allá, feliz de ver la felicidad que había devuelto a Ana.
Con el tiempo, Ana dejó de sentirse sola. Cada vez más niños venían a jugar al jardín, y ella se convirtió en su amiga, cuidando de las plantas y enseñándoles a amar la naturaleza.
"Gracias, pequeño gorrión", le dijo un día Ana.
"Sin vos, no hubiera encontrado la alegría de nuevo".
"No fue solo yo, fue tu corazón, Ana. Siempre estuvo ahí, solo necesitaba un pequeño empujón".
Así, el jardín se convirtió en un lugar de alegría y risas, donde todos venían a compartir. Ana descubrió que nunca había estado tan sola como pensaba, porque había un mundo lleno de amor y amistad esperándola justo afuera de su puerta.
Y desde entonces, cada vez que Ana se asomaba a su ventana, no veía más tristeza. Veía vida, risas y colores vibrantes que llenaban su jardín y su corazón.
"El amor y la amistad son como flores, siempre florecen donde hay un corazón dispuesto a abrirse", susurró el gorrión, mientras volaba hacia el cielo azul. Y así, Ana nunca volvió a sentir que estaba sola.
Y el pequeño jardín de Ana se convirtió en el Jardín de los Sueños, donde la alegría crecía tan fuerte como la amistad misma.
FIN.