El Jardín de los Sueños
En un lugar no tan lejano, había una facultad de enfermería donde muchos estudiantes soñaban con cuidar a los demás. Entre ellos, se encontraba Lucía, una chica apasionada por ayudar. Siempre traía una sonrisa y un sinfín de energía.
Un día, mientras la clase de anatomía empezaba, el profesor Martínez dijo:
"Hoy vamos a aprender sobre el cuerpo humano, pero también quiero que hablemos sobre cuidar nuestra mente."
Lucía lo miró intrigada:
"¿Cuidar nuestra mente también es importante, profesor?"
"Por supuesto, Lucía. Ayudar a otros requiere que estemos bien nosotros mismos primero. A veces, el estrés puede abrumarnos. Debemos aprender a manejarlo."
Las semanas pasaron y con ellas, los trabajos prácticos y los exámenes comenzaron a acumularse. Lucía se sentía cada vez más cansada y preocupada.
Una mañana, mientras tomaba café con su amiga, Sofía, se desahogó:
"Sofía, a veces siento que no puedo más. Quiero ser la mejor enfermera, pero tengo tanta presión."
"Lucía, todos estamos en la misma. A veces, deberíamos hablar de lo que sentimos y buscar apoyo."
¿Qué podía hacer para que sus compañeros se sintieran mejor? Lucía tuvo una idea. Al día siguiente, decidió hablar con el profesor Martínez.
"Profesor, ¿podemos tener un grupo de apoyo? Me gustaría que hiciéramos algo juntos, algo que nos ayude a relajarnos."
El profesor sonrió:
"¡Qué gran idea, Lucía! Formemos un grupo. Podemos hacer actividades al aire libre, charlas sobre nuestras emociones, y quizás hasta un jardín... como un jardín de sueños."
Lucía se sintió entusiasmada. Junto a Sofía y otros compañeros, comenzaron a planificar el jardín: plantar flores, hacer carteles con mensajes positivos, y lo más importante, crear un espacio para compartir.
Un día, mientras estaban en el jardín, un chico nuevo, Mateo, se acercó con rostro triste.
"¿Puedo quedarme? No conozco a nadie aquí."
"¡Por supuesto, Mateo! Ven, estamos creando un jardín donde todos pueden ser parte. Aquí cuidamos unos de otros. ¿Te gustaría ayudar?"
Conforme pasaban los días, el jardín se llenaba de colores y risas. Cada viernes, el grupo se reunía para charlar, compartir anécdotas y, sobre todo, cuidar de sus emociones. En esas charlas, aprendieron que un abrazo, una sonrisa o simplemente escuchar podía renovar el ánimo de alguien.
Un día, mientras soñaban con quiénes serían como enfermeros, Sofía preguntó:
"¿Cómo nos imaginamos siendo enfermeros en el futuro?"
"Me veo cuidando a los abuelitos y haciéndolos sonreír", dijo Lucía.
Matthew añadió:
"Yo quiero ayudar a los niños en el hospital, hacer que se sientan acompañados."
"¡Perfecto! Y siempre recordemos que debemos cuidar de nosotros, para poder cuidar de otros", concluyó Sofía.
El año pasó volando y al final, mucho más que un jardín habían creado, habían cultivado la amistad y la empatía. En la graduación, el profesor Martínez les entregó un ramo de flores del jardín.
"Ustedes no solo han aprendido sobre el cuerpo, sino también sobre lo que realmente significa ser enfermero: cuidar de otros empieza por cuidar de uno mismo."
Cada uno de ellos prometió nunca olvidar lo que habían aprendido. Así, Lucía y sus amigos no solo se convirtieron en enfermeros, sino también en cuidadores de corazones.
FIN.