El Jardín de los Sueños



Era una mañana soleada cuando Lía decidió explorar el bosque que estaba detrás de su casa. Mientras caminaba entre los árboles, se encontró con una puerta de madera antigua, cubierta de hiedra. Con curiosidad, empujó la puerta y entró.

Al otro lado, se encontró con un jardín mágico, lleno de flores de colores brillantes. Cada planta tenía un letrero con un sueño escrito en él. Había flores que representaban ser astronauta, bailarín, artista, y muchas cosas más.

- ¡Wow! ¡Mirá cuántos sueños hay! - exclamó Lía, maravillada.

De repente, una voz suave la rodeó. Era un pequeño duende con alas doradas.

- ¡Hola, Lía! - dijo el duende - Soy Brillito, el guardián de este jardín. Cada planta aquí representa un sueño. Si deseas que florezca una, debes cuidar de ella.

- ¿Cuidar de ellas? - preguntó Lía. - Pero, ¿cómo se hace?

- Necesitan agua, sol y mucho amor. Sin eso, los sueños no podrán alcanzar su máximo esplendor - explicó Brillito.

Lía miró a su alrededor y decidió elegir una planta que tenía una flor de un azul luminoso con el letrero que decía: "Quiero ser artista". Lía se emocionó mucho y pensó en las pinturas que amaba hacer, pero al intentar recoger la flor, se dio cuenta de que estaba unida firmemente a la planta.

- No puedes llevarte la flor así - le dijo Brillito - Primero debes saber cómo cuidarla. Si no lo haces, se marchitará.

Intrigada, Lía decidió quedarse y aprender. Con la ayuda de Brillito, comenzó a regar la planta, a hablarle sobre sus sueños y a protegerla del sol intenso. Cada día era diferente y había algo nuevo que aprender. A veces hacía demasiado calor, otras veces Lía olvidaba regarla, y la planta se ponía triste.

- ¡Oh no! ¿Qué puedo hacer? - exclamó Lía una tarde, viendo que la planta se estaba marchitando.

- A veces, el camino es complicado. No te desanimes - le dijo Brillito con una sonrisa. - Todos cometemos errores. La clave está en no rendirse. Recuerda que los sueños requieren tiempo y esfuerzo.

Lía se aferró a las palabras de Brillito y decidió intentarlo de nuevo. Dedicó tres semanas a cuidar de su planta, y poco a poco, la flor empezó a crecer, hasta que alcanzó un tamaño maravilloso, brillando con un azul intenso.

- ¡Lo logré! - gritó Lía, saltando de alegría. - ¡Mi planta floreció!

Brillito sonrió y dijo:

- Ahora puedes recoger tu flor, pero recuerda, esto es solo el comienzo. Cada sueño que quieras hacer realidad te llevará trabajo, pero siempre que te esfuerces, tendrás tu recompensa.

Lía, con su nueva experiencia, decidió que no solo quería ser artista; también quería ayudar a otras plantas a florecer en el jardín mágico. Así que siguió trabajando, cuidando de las otras plantas y enseñando a los niños que venían a visitar el jardín.

Con cada nuevo sueño, Lía entendió que con dedicación y amor, el jardín no solo florecía, sino que también llenaba su corazón de satisfacción y alegría.

Un día, Brillito le dijo: - Mira, Lía, tus esfuerzos ya están dando frutos. Tu dedicación está inspirando a otros.

Lía sonrió. No era solo su sueño lo que estaba floreciendo, sino también los sueños de muchos otros que venían a su jardín mágico.

Desde aquel día, Lía se convirtió en una verdadera artista, no solo de la pintura, sino también de la magia de los sueños. Y así, el jardín creció y floreció, mostrando que la perseverancia siempre trae recompensas y que los sueños, cuando se cuidan y se trabajan con amor, pueden llegar a brillar más que cualquier estrella.

Y cada vez que alguien entraba al jardín mágico, se llevaban consigo la certeza de que, con esfuerzo, todos sus sueños podían florecer también.

FIN.

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