El Jardín de los Sueños
En un pequeño pueblo, alrededor de un enorme y misterioso jardín, los niños siempre hablaban de una leyenda: un extraño letrero que decía "Peligro: Brote Zombie, No Entrar". Nadie sabía a ciencia cierta de dónde había venido, pero todos le tenían miedo y evitaban acercarse a aquel lugar.
Un día, tres amigos: Lucas, Sofía y Tomás, decidieron que era hora de descubrir la verdad detrás de ese letrero. "No podemos dejar que un simple letrero nos detenga. ¿Qué tal si hay algo increíble allí dentro?"- dijo Lucas, lleno de curiosidad.
"Pero, ¿y si realmente hay zombis?"- replicó Sofía, un poco asustada. "Podrían ser criaturas terroríficas"-.
Tomás, siempre el más valiente del grupo, sonrió. "Claro que no. Te garantizo que si entramos, solo encontraremos plantas y flores. Vamos, no seamos cobardes"-.
Los tres amigos se miraron y, aunque estaban un poco nerviosos, decidieron que era hora de aventurarse dentro del jardín. Al cruzar la puerta desvencijada que daba acceso al lugar, se sorprendieron al ver un mundo vibrante. Flores de colores vibrantes y árboles con frutas de todo tipo llenaban el paisaje. No parecía haber nada aterrador a la vista.
"Mirá lo que encontré!"- exclamó Sofía mientras levantaba una flor que brillaba con destellos de luz.
De repente, un suave zumbido llenó el aire. "¿Qué es eso?"- preguntó Lucas, mirando a su alrededor.
Fue entonces cuando se dieron cuenta de que, en lugar de zombis, había pequeñas criaturas parecidas a insectos, pero con formas extrañas. "Esos no son zombis, son… ¿tomatitos?"- dijo Tomás, mientras se acercaba a uno. Las criaturas eran redondas y peludas, y tenían ojos grandes y curiosos.
"¡Son adorables!"- dijo Sofía, mientras un tomatito se posaba en su mano.
Con el tiempo, los amigos descubrieron que el jardín estaba bajo el cuidado de la abuela Rosa, una anciana amable que había decidido proteger ese lugar mágico de los ruidos del mundo exterior. "Pensé que un letrero asustaría a la gente para que no entrara y así pudiera mantener a salvo a los tomatitos"- les explicó.
"¿Pero por qué no nos dijiste que no había peligros aquí?"- preguntó Lucas, todavía con la intriga en la mirada.
"Porque a veces, el miedo a lo desconocido nos protege de las cosas que no comprendemos. Ustedes fueron valientes al entrar. A veces, es necesario dejar de lado los miedos para descubrir la belleza que puede haber en nuestro mundo"- respondió Rosa con una sonrisa.
Fue así como los tres amigos comenzaron a visitar cada semana el jardín, aprendiendo sobre cada planta y criatura que habitaba allí. Con el tiempo, el letrero de "Peligro: Brote Zombie" se convirtió en una simple curiosidad. Invitaron a otros niños del pueblo a visitar el jardín y vieron cómo su miedo se convertía en fascinación y alegría.
Los tomatitos, que antes habían parecido criaturas peligrosas, se convirtieron en amigos leales de todos los que se aventuraron a entrar.
"Nunca más dejaremos que un cartel nos detenga"- dijo Sofía, sonriendo mientras acariciaba a un tomatito.
Y así, el legendario letrero quedó como un recuerdo de cómo a veces nuestros temores pueden ser infundados y cómo la valentía puede abrir puertas a maravillas ocultas.
"Cuando algo te asuste, no lo evites. Mejor acércate y dale una oportunidad", dijo Tomás, con la certeza que solo da la experiencia.
Con cada visita, el jardín se llenaba de risas, y los tres amigos supieron que su valentía había cambiado no solo su vida, sino también la de todo el pueblo.
Y así, la leyenda del brote zombie se convirtió en una historia de amistad y descubrimiento, recordando a todos que a veces el miedo es solo una puerta que espera ser abierta.
FIN.