El Jardín de los Sueños
En un pequeño pueblo donde todos los días el sol brillaba con fuerza, había un jardín mágico llamado el Jardín de los Sueños. Este jardín no era como cualquier otro; tenía flores que podían hablar y árboles que susurraban secretos. Los niños del pueblo solían visitarlo para jugar y soñar juntos. Sin embargo, había un pequeño problema: el jardín necesitaba cuidados para seguir siendo un lugar especial.
Un día, tres amigos, Lucía, Tomás y Julián, decidieron que sería genial ir al Jardín de los Sueños. Al llegar, quedaron maravillados con los colores vibrantes y los olores dulces que flotaban en el aire.
"¡Miren qué hermosas son las flores!" -exclamó Lucía.
"Sí, pero parece que algunas están marchitándose" -dijo Tomás.
"Creo que necesitan agua" -agregó Julián.
Los niños comenzaron a correr por el jardín, jugando entre los arbustos y riendo a carcajadas. Pero al cabo de un rato, se detuvieron al ver que las flores más hermosas estaban empezando a perder su brillo.
"Quizás deberíamos hacer algo para ayudarlas" -sugirió Julián con preocupación.
"Pero estamos aquí para jugar, ¡no para trabajar!" -respondió Tomás.
Lucía los miró detenidamente y, tras un breve silencio, dijo:
"Amigos, ¿no creen que es importante cuidar de nuestro jardín? Es un lugar mágico y merece nuestra atención. Y además, si lo cuidamos, podremos disfrutarlo más".
"Es cierto, Lucía. Pero ¿qué podemos hacer?" -preguntó Tomás, un poco reticente.
"Podemos hacer un plan. Primero, podemos regar las flores. Después, quitar las malas hierbas y por último, jugar. Así podremos hacer todo" -dijo Lucía con entusiasmo, inspirando a sus amigos.
Tomás y Julián se miraron y asintieron. Comenzaron a buscar cubos y regaderas, llenándolos con agua del pequeño estanque del jardín. Cada niño se encargó de una parte del jardín. Entre risas, se pasaban el agua y se llenaban de barro, pero también llenaban las flores de amor y cuidado.
Mientras trabajaban, se dieron cuenta de lo divertido que era hacerlo juntos. Las flores, agradecidas, comenzaron a mostrar su mejor versión, resaltando sus colores y despidiendo fragancias deliciosas.
Después de terminar con las flores y las malas hierbas, los niños se sentaron bajo un gran árbol y disfrutaron de un merecido descanso.
"¡Lo hicimos! El jardín está hermoso" -dijo Tomás, sonriendo.
"Sí, y seguro que los habitantes del pueblo también se sentirán felices al verlo" -agregó Julián.
"Este lugar es especial por lo que hicimos hoy. Nunca debimos olvidarnos de que tenemos responsabilidad sobre él" -concluyó Lucía.
Esa tarde, los tres amigos decidieron que, cada semana, visitarían el Jardín de los Sueños no solo para jugar, sino también para cuidar de él. Se prometieron ser responsables, y con eso también se volvieron guardianes de la magia que habitaba en su querido jardín.
Desde entonces, el Jardín de los Sueños floreció como nunca antes. Más niños se unieron a ellos y juntos aprendieron la importancia de ser responsables y cuidar lo que amaban. ¿Y qué sucedió? El jardín les devolvió todo el amor y se convirtió en un lugar donde los sueños de todos se hacían realidad.
Y así, el Jardín de los Sueños siguió siendo mágico, gracias a tres amigos que aprendieron que la responsabilidad va de la mano con el amor y el cuidado por lo que más apreciamos.
FIN.