El Jardín de los Sueños



Había una vez en un pequeño pueblo un niño llamado Tomás. A Tomás le encantaba el jardín de su casa, donde pasaba horas observando las flores, las mariposas y los pájaros que lo visitaban. Sin embargo, había algo que a Tomás le faltaba: un amigo. Aunque disfrutaba de su propio mundo, a veces se sentía solo.

Un día, mientras estaba en su jardín, Tomás escuchó un ruido. Curioso, decidió investigar. Al acercarse al arbusto más grande, descubrió a una niña de cabello rizado y ojos brillantes.

"Hola, soy Sofía. ¿Qué haces aquí?" - preguntó con una gran sonrisa.

Tomás se quedó un poco nervioso y dijo:

"Sólo miro las flores y las mariposas. Me gustan mucho."

"¡A mí también! ¿Sabés? Yo tengo un hermoso diario donde dibujó las mariposas que veo. ¿Querés venir a dibujar conmigo?" - ofreció Sofía con entusiasmo.

Tomás dudó. La idea de compartir su espacio con otra persona le parecía extraña, pero al mismo tiempo, la emoción de tener una amiga le hacía latir fuerte el corazón.

"Sí, ¿por qué no?" - respondió finalmente, con una pequeña sonrisa.

Al día siguiente, Sofía llegó con su diario y colores. Pasaron horas dibujando juntas, hablando de sus sueños, y creando un hermoso mundo de colores.

Sin embargo, un giro inesperado ocurrió. Sofía empezó a desear que Tomás también jugara a la pelota como otros niños. En un momento, le preguntó:

"¿Tomás, podríamos jugar a la pelota un rato?"

Tomás se sintió incómodo. Las pelotas rodando y el ruido de los niños corriendo siempre le daban un poco de miedo. Sin saber cómo explicarle, sólo pudo responder:

"No puedo jugar a la pelota. Prefiero quedarme aquí, en el jardín."

Sofía se sintió un poco desilusionada, pero no quería que Tomás se sintiera mal.

"Está bien, Tomás. Pero, ¿por qué no hacemos algo divertido aquí? Podemos crear un juego en el jardín. ¡Yo puedo ser una mariposa y vos podés ser el sol!"

La idea iluminó la cara de Tomás y aceptó con entusiasmo:

"Eso suena genial, Sofía. ¡Voy a ser el sol más brillante!"

Así, juntos crearon un juego que nunca habían imaginado. Sofía volaba por el jardín mientras Tomás brillaba en su papel de sol. Aunque era diferente a jugar con la pelota, se divertían muchísimo.

Con el tiempo, Tomás y Sofía descubrieron nuevas formas de divertirse juntos. A Tomás ya no le daba miedo la idea de nuevos juegos. Aprendió a expresar sus emociones y a hablar de lo que le gustaba y lo que no. Por su parte, Sofía entendió que lo más importante era disfrutar del tiempo que pasaban juntos, sin importar cómo se divirtieran.

Un día, mientras estaban dibujando, Sofía le dijo a Tomás:

"Sabés, creo que lo que hacemos es mágico. No necesitamos una pelota para jugar. Podemos inventar un mundo nuevo cada día."

Tomás sonrió y le contestó:

"Sí, Sofía. Mi jardín nunca había sido tan hermoso como ahora. Gracias por ser mi amiga."

Desde aquel día, Tomás ya no se sintió solo. Su jardín se transformó en el lugar más especial del mundo, lleno de risa, dibujos y amistad. Sofía había aprendido a valorarlo tal como era, y Tomás descubrió que tener una amiga podía ser una aventura maravillosa.

Cada tarde, el jardín resonaba con sus risas y la promesa de un nuevo día lleno de sueños. Juntos, Tomás y Sofía demostraron que la amistad puede florecer en los lugares más inesperados y que siempre hay espacio para nuevas aventuras, sin importar cómo decidamos jugar. Y así, en ese pequeño pueblo, nació un bello jardín lleno de sueños, donde cada día era una nueva oportunidad para descubrir la magia de la amistad.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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