El Jardín de los Sueños



En un pequeño pueblo llamado Arcoíris, vivía una niña llamada Lila. Lila tenía una imaginación desbordante y siempre soñaba con aventuras increíbles. Un día, mientras exploraba el parque, se encontró con un grupo de niños jugando al fútbol. Lila quería unirse, pero algo la detenía. Ella sabía que no podía correr tan rápido como ellos.

Aquel día, Lila se sentó en una banca y observó con anhelo.

"¿Por qué no pueden jugar conmigo?" - pensó, sintiéndose un poco triste. Fue en ese momento que una anciana amable se acercó y se sentó a su lado.

"Hola, pequeña. ¿Por qué parece que estás tan pensativa?" - le preguntó la señora.

"Me gustaría jugar, pero no puedo correr rápido como los demás..." - respondió Lila, dejando escapar un suspiro.

"Eso no debería detenerte. Cada uno de nosotros tiene habilidades diferentes. Tal vez haya otra forma de jugar juntos" - comentó la anciana.

Lila miró a la señora con curiosidad.

"¿Cómo?" - preguntó.

"Vamos a hacer algo diferente. ¿Qué tal si organizamos un juego donde todos puedan participar, cada uno usando sus talentos?" - sugirió la señora.

Intrigada, Lila se levantó y fue a hablar con los demás niños.

"¡Chicos! ¿Les gustaría jugar algo diferente?" - preguntó con entusiasmo.

Los niños la miraron, un tanto confundidos.

"¿Qué tenés en mente?" - preguntó uno de los más grandes.

"Podemos crear un juego de equipo donde cada uno use sus propias capacidades. Así todos pueden participar" - dijo Lila.

Poco a poco, los niños comenzaron a entusiasmarse y juntos idearon un juego que consistía en pasar la pelota de diferentes maneras: rodándola, lanzándola, o arrastrándola.

Un viaje por el parque fue necesario para recoger ideas de cómo podían jugar juntos. Lila se dio cuenta de que su habilidad para imaginar historias ayudaba a crear personajes y reglas divertidas.

Así, lo que antes parecía un juego solo para algunos se convirtió en un evento del pueblo. En cada esquina, los niños reían, creando estaciones donde cada uno aportaba sus propias destrezas. Lila se sentía feliz al ver que todos podían participar.

Sin embargo, a mitad de la mañana, apareció un grupo de niños que había estado observando desde lejos.

"¿Por qué juegan así? Eso no es fútbol. Ellos están en su propia burbuja" - dijo uno con aires de superioridad.

Lila se acercó sonriendo.

"Te invitamos a unirte. Este juego es para todos, usamos nuestras habilidades. No lo hacemos para competir, sino para divertimos juntos. ¿Te gustaría intentarlo?" - preguntó.

El niño miró a sus amigos, dudando.

"Pero no es lo mismo..." - murmuró.

La anciana, que había estado escuchando, decidió intervenir.

"A veces, hacer las cosas de manera diferente puede ser igual de divertido, o incluso más. Todos merecemos jugar y sentirnos parte de algo. No te quedes afuera, ven y prueba." - dijo con voz cariñosa.

Después de pensarlo un momento, el grupo se acercó y se unió a la diversión. Pronto, el clima se llenó de risas y sonrisas, y Lila comprendió que todos, sin importar sus capacidades o habilidades, podían compartir momentos únicos juntos.

Con cada risa y cada juego, los niños aprendieron sobre la importancia de la inclusión y los derechos que tenían todos para disfrutar del juego. Al final de la jornada, la anciana se acercó a Lila y le dio un abrazo.

"Hoy has hecho un cambio en este lugar. Las risas que escuché son el reflejo de la unión de todos. Recuerda siempre que cada uno tiene algo que ofrecer. Nunca dejes de soñar e inspirar a otros." - le dijo la anciana.

Lila sonrió, sintiéndose más que feliz. Había aprendido que los sueños se vuelven reales cuando se comparten y que todos tienen el derecho de jugar, sin importar las diferencias. Desde ese día, no solo el parque se llenó de colores y risas, sino que también el pueblo aprendió a valorar y celebrar la diversidad.

"¡Pronto haremos un torneo de nuestros juegos!" - gritó Lila, y todos, llevados por el espíritu de comunidad, comenzaron a planear juntos. Así, el Jardín de los Sueños se convirtió en un lugar de encuentro donde todos eran bienvenidos, en cada rincón, en cada juego, poemas sin fin llenos de risas y amistad.

FIN.

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