El Jardín de los Sueños
Era un día soleado en el pequeño pueblo de Villasol, donde los niños salían a jugar en el parque. Entre risas y juegos, un grupo de amigos, Tomás, Lucía, Mateo y Sofía, decidieron explorar el rincón más desconocido del parque, un antiguo jardín abandonado que todos evitaban.
-Tomás, ¿te animás a entrar? -preguntó Lucía, mirando con curiosidad hacia la entrada cubierta de enredaderas.
-Sí, claro, ¿por qué no? -respondió Mateo, aventurero como siempre.
La pequeña Sofía, más cautelosa, miró a sus amigos y dijo:
-Espera, ¿y si hay cosas raras?
-Pero, ¡podría haber un tesoro! -exclamó Lucía, emocionada.
Impulsados por la curiosidad, cruzaron la entrada. Al instante, un mundo mágico se despliega ante ellos. Los pájaros del jardín tenían plumas de todos los colores y cantaban melodías dulces, mientras que las flores brillaban como si fueran faros de luz.
-Miren esas flores, parecen estar cantando -dijo Mateo, maravillado.
-Parecen un coro -aseguró Lucía, riendo.
Mientras exploraban, encontraron un pájaro que parecía diferente a los demás. Era un ave de un color azul vibrante que no cantaba, sino que hablaba.
-Hola, niños. Soy el Pájaro Flor. Vivo aquí en el Jardín de los Sueños.
-¡Guau! -dijeron los niños a la vez, sorprendidos.
-Pero necesito su ayuda -continuó el Pájaro Flor-. El jardín está en peligro, y solo con su valentía y amistad podremos salvarlo.
-¿Qué pasó? -preguntó Sofía, preocupada.
-La sombra de una malvada bruja se cierne sobre nosotros. Ella quiere hacer que el jardín desaparezca. Si no encontramos el Jardín de la Amistad antes de que caiga la noche, todo estará perdido -explicó el Pájaro Flor con una mirada seria.
-¿Dónde se encuentra ese jardín? -preguntó Mateo.
-Está más allá de las colinas, pero la bruja ha colocado obstáculos y trampas para que nadie lo encuentre. Deben estar unidos y creer en su amistad para poder lograrlo -respondió el pájaro.
Los niños se miraron entre sí, sintiendo el peso de la responsabilidad.
-¡Vamos, juntos podemos hacerlo! -dijo Lucía con determinación.
Así, los cuatro amigos comenzaron su aventura. En su camino, tuvieron que atravesar un río de flores que les preguntaba una adivinanza para pasar. Después de pensar y reír juntos, lograron resolverla y el río les dejó atravesar.
Más adelante, se toparon con un laberinto hecho de arbustos altos. Estuvieron a punto de rendirse, pero recordando las palabras del Pájaro Flor, se unieron y, de la mano, se enfocaron en seguir adelante. Al poco tiempo, lograron salir del laberinto.
-¡Estamos casi allí! -gritó Mateo, emocionado.
Finalmente, llegaron al Jardín de la Amistad, un lugar maravilloso lleno de flores que brillaban intensamente. Pero la bruja ya estaba allí, tratando de marchitar las plantas.
-¡Detente! -gritó Sofía, temblando pero valiente.
-¿Y quiénes se creen que son? -respondió la bruja, con una voz fría y burlona.
-Somos amigos y protegeremos este jardín -dijo Tomás, dando un paso adelante.
Los niños comenzaron a unir sus voces en un canto armonioso, y el Pájaro Flor se unió a ellos. Su música fue tan fuerte y alegre que incluso la bruja se sintió conmovida por la fuerza de su amistad.
-Basta, no puedo soportarlo más -exclamó la bruja, cubriéndose los oídos. Fue entonces cuando comprendió que la amistad es más poderosa que cualquier hechizo.
-Está bien, me iré. Pero no piensen que siempre será así -dijo, desapareciendo entre las sombras.
Los niños celebraron su triunfo, y el Pájaro Flor sonrió.
-Gracias a ustedes, el jardín ha sido salvado. Nunca olviden que la amistad es un tesoro invaluable -dijo, mientras los rodeaba con sus alas de colores.
Los amigos regresaron a casa ese día con el corazón lleno de alegría. Aprendieron que, juntos, pueden enfrentar cualquier desafío y que cuidar de la naturaleza y de sus vínculos es fundamental para un mundo mejor. Desde entonces, el Jardín de los Sueños se transformó en su lugar de encuentro, donde celebraban su amistad cada día, llenando el aire de risas y melodías mágicas.
FIN.