El Jardín de los Sueños
En un pequeño pueblo llamado Floravista, había un jardín mágico. Este jardín no solo estaba lleno de flores de todos los colores, sino que también tenía una particularidad: cada planta crecía con los sueños de los niños del pueblo. Los sueños de alegría, amistad, aventuras, y la imaginación florecían en aquel lugar mágico.
Un día, una niña llamada Lucía decidió visitar el jardín. Era una niña curiosa que siempre soñaba con ser exploradora. Su mejor amigo, Mateo, la acompañó con su inseparable cuaderno de dibujos.
"¿Qué soñás con descubrir, Lucía?"- preguntó Mateo, mientras trataba de dibujar la hermosa flora que los rodeaba.
"Quiero encontrar la Flor del Valiente, la que dicen que crece más allá de los sauces"- respondió entusiasmada Lucía.
"¿Y qué tiene de especial?"- inquirió Mateo.
"Dicen que si la encuentras, te da valor para cumplir todos tus sueños"- contestó ella, con los ojos brillantes de emoción.
Y así, los dos amigos decidieron emprender una aventura. Tuvieron que atravesar un pequeño río y escalar un par de rocas, pero no se rindieron.
Mientras caminaban, encontraron a un anciano jardinero llamado Don Alberto que cuidaba las flores.
"Hola, chicos. ¿A dónde van tan apretaos?"- les preguntó con una sonrisa.
"Estamos buscando la Flor del Valiente"- respondió Lucía.
"Ah, la Flor del Valiente está más cerca de lo que creen, pero no es fácil de hallar. Deben estar dispuestos a enfrentar sus propios miedos"- les advirtió Don Alberto, con mirada sabia.
"No tenemos miedo, ¡vamos a encontrarla!"- exclamó Mateo con determinación.
Don Alberto sonrió ante la valentía de los niños, pero les hizo una advertencia:
"Recuerden que no basta con solo buscar. Deben ser valientes en su corazón"- les dijo.
Avanzaron hacia un bosque que parecía oscuro y espeso. Al principio, Lucía sentía nervios en su estómago.
"¿Y si hay criaturas que nos asustan?"- murmuró ella.
"Vamos, Lucía. Juntos, podemos hacerlo. Siempre hay un camino y siempre hay luz en la oscuridad"- le respondió Mateo, intentando calmarla.
Entraron al bosque y todo parecía más misterioso. De repente, un búho gigante se posó sobre una rama.
"¿Qué buscan, pequeños?"- preguntó el búho, con una voz profunda.
"La Flor del Valiente"- respondieron al unísono.
"Para encontrarla, deben demostrar su valentía. Atrévanse a cruzar ese puente colgante"- les indicó, señalando un puente que balanceaba entre dos árboles altos.
Lucía se paralizó.
"No podré, ¡es muy alto!"- gritó con miedo.
"Pero si no lo intentás, nunca sabrás qué hay al otro lado"- la animó Mateo, tomándola de la mano.
Tomando una profunda respiración, Lucía dio un paso hacia adelante. El puente crujió, pero sin pensarlo mucho, juntos comenzaron a cruzar.
"¡Lo estamos logrando!"- gritó Lucía emocionada.
Finalmente, llegaron al otro lado. Allí, encontraron un campo lleno de luces brillantes: eran las Flores del Valiente, danzando en la brisa.
"¡Mirá, Lucía!"- exclamó Mateo, señalando la más hermosa de todas.
"Es la que buscamos. ¡Qué hermosa!"- respondió ella, asombrada.
Cuando Lucía se acercó a la flor, esta brilló aún más.
"Gracias por ser tan valientes y creer en ustedes mismos. Ahora pueden llevarse un poco de mi esencia, para que siempre crean en sus sueños"- dijo la Flor del Valiente, con voz melodiosa.
Lucía y Mateo se miraron, sintiendo que habían cambiado. Habían enfrentado sus miedos juntos y eso los hacía más fuertes.
"Este jardín es más mágico de lo que pensaba"- comentó Lucía.
"Sí, y ahora nuestros sueños florecerán como estas flores"- respondió Mateo, guardando en su cuaderno la historia de su aventura.
Desde aquel día, el jardín de los sueños se volvió un lugar especial para Lucía y Mateo, llenándolo con sus risas y aventuras. Aprendieron que ser valiente no significa no tener miedo, sino atreverte a afrontarlo. Y así, el jardín siguió floreciendo con los sueños de todos los niños de Floravista, recordándoles que siempre deben perseguir lo que desean y que la amistad puede darles la fuerza necesaria para lograrlo.
FIN.