El Jardín de los Sueños
Érase una vez, en un colorido mundo llamado Armonía, donde vivían niños y niñas de todas partes del mundo. En este lugar, los valores de la amistad, la inclusión y el respeto eran tan importantes como el aire que respiraban. Cada mañana, los niños se reunían en el Jardín de los Sueños, un mágico lugar lleno de flores que hablaban y árboles que cantaban, donde podían compartir sus ideas y jugar juntos.
Un día, mientras los niños se divertían, llegó una nueva niña llamada Maya, que venía de un lugar lejano. Aunque Maya era muy tímida y no hablaba bien el idioma de los demás, todos en Armonía se acercaron con sonrisas y abrazos.
"¡Bienvenida, Maya!" - dijeron los niños en coro.
"Hola... gracias..." - respondió Maya, sintiéndose un poco nerviosa.
Los niños, al ver su timidez, decidieron mostrarle cómo jugar al escondite, un juego que todos amaban.
"No te preocupes, te enseñaremos las reglas" - dijo Lucas, un niño de ojos brillantes.
Unos días después, Maya comenzó a sentirse más cómoda y poco a poco fue aprendiendo el idioma. Una tarde, mientras jugaban, ocurrió algo inesperado. Un fuerte viento comenzó a soplar, levantando colores y notas de música que parecían venir de unos árboles muy antiguos.
"¿Qué está pasando?" - exclamó Sofía, otra niña del grupo.
"¡Los árboles del Jardín de los Sueños están cantando!" - gritó Leo, mirando al cielo.
De repente, los árboles comenzaron a hablar.
"Niños y niñas de Armonía, el viento trae un mensaje" - dijo el árbol más grande, con una voz profunda y suave.
"¿Qué mensaje?" - preguntó Maya, ahora llena de curiosidad.
"En un lugar lejano, hay un jardín que se está marchitando porque sus habitantes han olvidado la importancia de la inclusión y la amistad. Necesitan su ayuda para que puedan volver a soñar y jugar como ustedes".
Los niños se miraron con determinación.
"¡Debemos ayudar!" - dijo Lucas.
"Pero, ¿cómo? No conocemos ese lugar" - añadió Sofía un poco preocupada.
Maya, recordando su propia llegada a Armonía, se iluminó.
"Podemos hablar con los árboles y preguntarles cómo llegar allá. Tal vez ellos tengan una solución".
"¡Sí!" - todos gritaron al unísono, entusiasmados.
Los árboles, al escuchar dicha decisión, sonrieron.
"Para viajar, necesitarán dividirse en grupos y llevar una parte del jardín: una semilla de cada uno, simbolizando un valor que quieren compartir" - explicaron los árboles.
Así, los niños comenzaron a recolectar semillas y decidir qué valores llevar. Cada uno eligió una parte de sí mismo. Maya, que había aprendido tanto en Armonía, decidió llevar la semilla de la inclusión.
"¡Porque todos merecen ser parte de este jardín!" - dijo con voz firme.
Tras recoger todo, los niños formaron grupos y se despidieron de su jardín.
"¡Regresen pronto!" - gritaron los árboles.
Después de un largo viaje, finalmente llegaron a un jardín apagado y triste.
"¿Este es el lugar?" - preguntó Leo, observando los colores opacos.
"Sí, pero aquí podemos revivirlo" - dijo Maya.
Los niños comenzaron a sembrar las semillas que habían traído. Cuando la semilla de Maya tocó el suelo, una luz brillante emergió, y las demás semillas comenzaron a florecer.
"¡Miren!" - gritó Sofía, asombrada.
De repente, los animales del jardín también comenzaron a acercarse.
"Nosotros queremos jugar también" - dijo un pequeño conejo.
"¡Sí! Todos pueden ser parte de nuestro juego" - respondió Lucas, invitando a todos a unirse.
Los niños de Armonía y los nuevos amigos comenzaron a cantar, a bailar y a compartir historias.
Con cada risa y cada abrazo, el jardín se llenó de color y vida nuevamente.
"¡Gracias por recordarnos lo que es realmente importante!" - dijeron los habitantes del jardín.
Cuando terminó la fiesta, los niños de Armonía comprendieron que la verdadera magia estaba en los valores que compartieron y cómo, al ser inclusivos, habían logrado revivir un lugar olvidado.
Al regresar a su propio jardín, el Jardín de los Sueños, sabían que formarían un mundo donde cada niño y niña sería bienvenido, y la amistad siempre estaría floreciendo.
"Juntos haremos de Armonía el lugar más lindo del mundo", dijo Maya, ahora parte de la gran familia de Armonía.
Desde entonces, los niños de Armonía nunca olvidaron la importancia de ser inclusivos, de aprender unos de otros y de hacer de su mundo un lugar donde cada uno, sin excepción, tuviera la oportunidad de soñar, jugar y crecer.
FIN.