El Jardín de los Sueños
Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Esperanza, un niño llamado Matías que amaba explorar. Cada vez que salía de su casa, se adentraba en el bosque cercano, donde los árboles eran altos y las flores brillaban en colores vibrantes. A Matías le encantaba descubrir nuevos lugares y hacer amigos con las criaturas del bosque.
Un día, mientras Matías caminaba por su sendero favorito, vio un hermoso jardín escondido entre los árboles. Las flores eran de todos los colores y parecían brillar bajo el sol. Al acercarse, escuchó un suave murmullo que venía de entre las flores.
"Hola, pequeño explorador" - dijo una voz melodiosa. Matías giró su cabeza y encontró a una mujer con un vestido blanco como la luna y una sonrisa cálida.
"¿Quién sos?" - preguntó Matías, un poco sorprendido.
"Soy Lía, la guardiana de este jardín. Aquí los sueños se hacen realidad, pero hay algo que debes saber."
"¿Qué es?" - inquirió Matías, intrigado.
"Este jardín florece gracias a la fe de quienes creen en lo bueno que hay en el mundo. No solo en lo físico, sino en los valores de amor y esperanza."
Matías pensó en su vida cotidiana, en cómo muchos a su alrededor se sentían tristes o desalentados. Algunas veces él también se sentía así, pero siempre había un rayo de esperanza que lo iluminaba.
Un día, Lía le dijo a Matías:
"Esta tarde, invitaré a otros niños del pueblo a que vengan a ayudarme a cuidar el jardín. Si todos creemos en la belleza de lo que hacemos y compartimos venimos a verlo crecer, florecerá aún más. ¿Te gustaría ayudarme?"
"¡Sí!" - respondió Matías entusiasmado.
Esa tarde, Matías corrió a buscar a sus amigos: Sofía, Lucas y Valen. Les contó sobre el fantástico jardín y la invitación de Lía. Todos estaban emocionados y decidieron acompañarlo.
Cuando llegaron al jardín, vieron a Lía rodeada de flores mágicas.
"¡Hola a todos!" - saludó Lía. "Hoy aprenderemos a cuidar de estas flores. Cada uno de ustedes puede plantar algo que simbolice un sueño. Algo que deseen que crezca en su vida."
"Yo quiero plantar una flor que simbolice la amistad" - dijo Sofía, mientras comenzaba a cavar un pequeño agujero en la tierra.
"Yo plantaré una que represente la alegría" - añadió Lucas, sonriendo con entusiasmo.
Valen, algo avergonzado, se quedó callado un momento, hasta que finalmente dijo:
"Yo quiero plantar algo que simbolice la esperanza. A veces, me siento triste, pero quiero creer que siempre hay algo bueno por venir."
"Esa es una hermosa idea, Valen" - le respondió Lía con ternura.
Mientras cada uno plantaba su flor, el jardín comenzaba a brillar cada vez más. A medida que los niños compartían sus sueños y se ayudaban mutuamente, las flores crecían de forma extraordinaria, llenando el aire con un perfume dulce y fresco.
Sin embargo, al día siguiente, un gran viento sopló y comenzó a arrasar el jardín. Los niños estaban asustados al ver cómo sus flores eran arrastradas.
"¡No!" - gritó Matías, mientras corría a intentar proteger las plantas.
Pero Lía, con una voz calmada, les dijo:
"Amigos, no se desanimen. A veces, la vida nos presenta desafíos y parece que todo se desmorona. Pero debemos creer en lo que hemos sembrado y en lo que somos capaces de construir. ¡Vuelvan a plantar sus sueños!"
Los niños se miraron entre sí, sintiendo una chispa de determinación.
"¡A plantar de nuevo!" - exclamó Matías con una sonrisa renovada.
Juntos, recogieron las flores que habían quedado, ayudaron al viento a redistribuir la tierra y esta vez añadieron pequeñas piedras para proteger sus plantas del viento. Juntos, comenzaron a crear un refugio para sus sueños, llenando nuevamente el jardín con amor y esperanza.
Con el paso de los días, el jardín se convirtió en un lugar mágico, donde los niños siempre volvían a hacer crecer sus sueños. Aprendieron que, aunque a veces encuentren vientos fuertes, la fe en el amor y en los demás puede traen de vuelta la luz y la esperanza.
Matías, Sofía, Lucas y Valen aprendieron que cada sueño, al igual que una flor, necesita cuidado y fe para florecer. Y así, el jardín de los sueños se convirtió en un símbolo de lo que puede lograr la amistad y el amor, y siempre recordarán que, aunque a veces puedan caer, siempre hay un nuevo día para volver a levantarse, plantar sus sueños y dejar que florezcan.
Y colorín, colorado, el jardín de los sueños nunca se ha cerrado.
FIN.