El Jardín de los Sueños
En un pequeño pueblo llamado Arcoíris, todos los niños y niñas se reunían cada tarde en una mágica plaza donde un hermoso árbol les contaba historias maravillosas. A este árbol lo llamaban El Árbol de los Sueños, y todos creían que tenía poderes mágicos.
Una soleada tarde, Jimena, una niña llena de curiosidad, se acercó al árbol y le preguntó:
"¿Por qué siempre nos cuentas cuentos tan hermosos, querido árbol?"
El Árbol de los Sueños sonrió con sus hojas danzantes y respondió:
"Porque en cada cuento se esconden enseñanzas muy importantes."
Intrigada, Jimena insistió:
"¿Pero de dónde vienen esas enseñanzas?"
"Vienen de lo más profundo de nosotros mismos, de lo que llamamos amor y conexión."
Los otros niños se acercaron, escuchando con atención. Entre ellos estaba Lucas, un niño muy sensible que siempre parecía tener miedo de probar cosas nuevas.
"Y, ¿qué pasa si no entiendo alguna historia?" preguntó Lucas.
"No te preocupes, pequeño. Solo escucha con el corazón, y los significados se revelarán en su momento."
Una tarde, El Árbol de los Sueños les contó una historia sobre un pequeño pájaro que soñaba con volar alto, pero tenía miedo de dejar su nido.
"El pájaro se queda en su hogar. Sin embargo, un día su madre le dice: ‘Hijo mío, el cielo es tu hogar también, y volar te hará descubrir maravillas’", narraba el árbol.
Los niños suspiraron al escuchar eso. Jimena miró a Lucas y dijo:
"¿No sería maravilloso explorar como el pájaro?"
"Sí, pero... ¿y si no puedo?" respondió Lucas, con voz temblorosa.
El árbol, con su voz tranquilizadora, continuó:
"A veces, para descubrir nuestras alas, necesitamos el apoyo de quienes nos quieren."
Eso hizo reflexionar a Lucas. Pero todavía tenía dudas. Entonces, Jimena le propuso un plan:
"¿Qué tal si organizamos un día de exploración en el bosque? Podemos volar nuestras cometas y sentir que somos libres como el pájaro".
"¿Volveremos al árbol?" preguntó Lucas.
"¡Siempre!" afirmó Jimena.
El día de la exploración llegó. Todos estaban emocionados, excepto Lucas, que aún dudaba. Sin embargo, al ver a sus amigos tan alegres, decidió unirse.
Mientras caminaban, cada uno volaba sus cometas, riendo y corriendo entre los árboles. Lucas, aunque un poco nervioso, sintió una chispa de alegría.
"¡Miren, mi cometa vuela!" gritó Jimena, mientras su cometa danzaba en el aire.
"¡Vamos, Lucas, intenta el tuyo!" le animaron los otros.
Con algo de temor, Lucas tomó su cometa y dejó que el viento la levantara. En ese instante, sintió una ligera brisa que le daba fuerza. Finalmente, la soltó, y su cometa también comenzó a volar.
"¡Lo logré!" gritó, lleno de emoción.
Los niños aplaudieron, y El Árbol de los Sueños, desde lejos, sonrió al ver tanto entusiasmo.
Pasaron horas explorando y jugando. Cuando hicieron una pausa para descansar, Lucas sintió una conexión especial con sus amigos. En ese momento, el árbol brilló con los últimos rayos del sol y les habló:
"Recuerden, no se trata solo de volar alto, sino de disfrutar el viaje y apoyarse unos a otros. El amor y la amistad son como raíces, que nos mantienen fuertes."
Lucas sonrió y sintió que, al igual que el pájaro, había empezado a descubrir su propio potencial. Regresaron al pueblo llenos de historias que compartir, y desde ese día, Lucas estaba decidido a explorar más del mundo, sabiendo que siempre podía contar con sus amigos y esa conexión especial.
"¡Gracias, árbol!" gritaron al unísono, mientras se alejaban, dejando atrás el Jardín de los Sueños, pero llevándose su magia en el corazón.
Y así, el amor y la amistad del pueblo de Arcoíris florecieron, cosechando sueños y nuevos comienzos. Nunca dejaron de visitar el árbol, porque sabían que siempre habría una historia nueva que escuchar y una lección que aprender.
FIN.