El Jardín de los Sueños
En un pequeño pueblo llamado Verdeluz, había un jardín mágico que todos los niños adoraban. Este jardín estaba lleno de flores coloridas, árboles frutales y un estanque que brillaba como el sol. Sin embargo, había un pequeño inconveniente: el jardín era cada vez más descuidado. La basura se acumulaba y las malas hierbas comenzaban a apoderarse de su belleza.
Un día, tres amigos, Sofía, Tomás y Eliana, decidieron que era hora de rescatar su amado jardín.
"No podemos dejar que este lugar se ponga feo," dijo Sofía, mirando con tristeza una flor marchita.
"Tenés razón. ¡Hagamos algo al respecto!" exclamó Tomás, lleno de energía.
"Sí, pero ¿cómo lo hacemos?" preguntó Eliana, un poco insegura.
Ese mismo día, se reunieron en la casa de Sofía para planear su misión. Sofía propuso organizar un día de limpieza con todos los chicos del vecindario.
"¡Gran idea!" dijo Tomás. "Podemos hacer carteles y repartir folletos para invitar a todos."
"Y después de limpiar, podríamos plantar nuevas flores y árboles. Así le damos una segunda oportunidad al jardín," agregó Eliana con una sonrisa.
Los días pasaron y, con mucho entusiasmo, los tres amigos trabajaron juntos para preparar el gran evento. Hicieron carteles coloridos, invitaron a todos en la escuela y cada uno trajo a su familia. Finalmente llegó el día de la limpieza.
Cuando llegaron al jardín, se encontraron con una escena desalentadora. Había más desechos de lo que habían imaginado. Sofía tomó un profundo respiro y dijo:
"Levantemos el ánimo, chicos. Cada pequeño esfuerzo cuenta. ¡Manos a la obra!"
Y así, comenzaron a limpiar. Con cada bolsa de basura que llenaban, Se sentían más motivados. Uno de los chicos, Javier, quien siempre estaba en problemas, se unió a ellos.
"¿Qué hacen ustedes tan temprano?" preguntó con curiosidad.
"Estamos rescatando el jardín, ¿querés ayudar?" le ofreció Tomás.
"¿Yo? No sé..." dudó Javier, pero algo en su mirada cambió al ver lo que estaban haciendo.
Una vez que la mayor parte de la basura fue recogida, decidieron tomar un descanso al lado del estanque. En ese momento, Eliana notó unas hojas secas en el agua.
"¡Miren! El estanque también necesita ayuda. Vamos a limpiarlo."
Al principio, el grupo se sintió un poco abrumado, pero al final, terminando de limpiar el estanque, se sorprendieron al ver cuántos animales volvían al jardín: ranas, mariposas y hasta un pequeño pez.
"¡Qué hermoso! Mire cómo brinca el pez. Esto es un verdadero jardín. Es mágico," dijo Sofía con alegría.
Con el día casi terminado, empezaron a plantar flores y árboles que habían traído, mientras compartían risas y música.
De repente, un grupo de adultos pasó, mirando con curiosidad. Uno de ellos, un anciano del barrio, se detuvo.
"¿Qué están haciendo, chicos?" preguntó con sorpresa.
"Estamos cuidando el jardín. Decidimos que debía lucir mejor", respondió Eliana con orgullo.
"Eso es maravilloso. ¿Sabían que esto solía ser el jardín más hermoso del pueblo?" dijo el anciano.
Los niños miraron con asombro.
"¿Cómo?" preguntó Tomás emocionado.
"Hace años, mucha gente venía aquí a disfrutar, pero al pasar el tiempo, se dejó de cuidar."
"Pero ahora podemos hacerlo de nuevo. ¡Vamos a invitar a más gente!" Sofía dijo con determinación.
Y así, no solo el jardín volvió a brillar, sino que también el espíritu del pueblo se reavivó. Cada semana, la comunidad se reunía para cuidar del jardín, y Javier, quien antes era un problemático, se convirtió en el mejor defensor de la vegetación, liderando iniciativas para cuidar el medio ambiente.
El jardín no solo se llenó de flores y árboles, sino también de amistad, risas y aprendizajes sobre la importancia de cuidar nuestro entorno. Sofía, Tomás, Eliana y ahora Javier, se sintieron como verdaderos héroes del jardín. Con el tiempo, el Jardín de los Sueños, como lo llamaron, se convirtió en un símbolo de unión y felicidad en Verdeluz.
"Hoy entendimos que cuidar la naturaleza es cuidar de nosotros mismos," concluyó Sofía en una reunión que organizaron en el jardín.
Y en ese momento, todos prometieron seguir cuidando del jardín, porque sabían que cada pequeña acción podía hacer una gran diferencia.
Así, Verdeluz floreció, lleno de vida y magia, un lugar donde el amor por la naturaleza creció y creció. La historia de esos cuatro amigos se transmitió de generación en generación, recordándoles a todos que el cuidado de la vegetación es cosa de todos.
FIN.