El Jardín de los Sueños
En un pequeño pueblo, donde las flores cantaban al viento y los árboles susurraban historias, vivía un niño llamado Lucas. Lucas era un niño curioso y soñador que pasaba sus días explorando cada rincón del bosque que se extendía tras su casa. Pero había algo triste en su mirada: Lucas había sido abandonado por sus padres y vivía solo en una pequeña cabaña que había encontrado en el bosque.
Un día, mientras caminaba por el sendero, Lucas se encontró con una botella misteriosa. En su interior había un mensaje desgastado por el tiempo.
"¿Qué será esto?" - dijo Lucas, intrigado.
Al sacar el mensaje, leyó: "Para aquellos que se sientan perdidos, busquen el Jardín de los Sueños, donde la esperanza florece."
"¡Un jardín! Debe ser un lugar mágico" - exclamó Lucas, decidido a encontrarlo.
Lucas comenzó su búsqueda. Caminó durante horas, atravesando ríos y subiendo colinas. Cada vez que se cansaba, miraba hacia el cielo y decía:
"¡No puedo rendirme! Tengo que encontrarlo."
Al llegar a la cima de una montaña, divisó un destello de colores vibrantes en el horizonte. Con un nuevo ímpetu, corrió hacia esa luz. Cuando llegó, se encontró ante un jardín espléndido lleno de flores de todos los colores, árboles dulces y mariposas danzando en el aire.
"¡Es hermoso!" - susurró Lucas con los ojos desorbitados.
En el jardín, conoció a una anciana llamada Flora, quien cuidaba de cada planta y árbol con amor y esmero.
"Hola, joven viajero. ¿Qué te trae a este mágico lugar?" - preguntó Flora.
"Vine en busca de esperanza, porque me siento muy solo" - respondió Lucas, con un hilo de tristeza en su voz.
Flora sonrió y lo llevó a descubrir más sobre el jardín. Juntos plantaron semillas, regaron flores y cantaron al viento. Con cada acción que realizaban, Lucas sentía que su corazón se llenaba de emoción y alegría.
"¿Por qué las flores son tan felices aquí?" - inquirió Lucas.
"Porque aquí se les cuida y se las ama, como todos necesitamos. Cada ser, incluso tú, necesita cuidado y amor" - dijo Flora, acariciando una rosa.
Mientras pasaba el tiempo en el jardín, Lucas aprendió a cuidar de las plantas y a compartir su historia con Flora. Un día, mientras regaban un nuevo arbusto, Flora le dijo:
"Lucas, este jardín tardó mucho en florecer, como tú. Todo necesita tiempo y paciencia para crecer. Pero lo más importante es el amor que le pongas. No te olvides de ti mismo en todo esto."
Un día, Flora le confesó que iba a hacer un viaje largo, pero que el jardín siempre lo esperaría.
"No puedo quedarme aquí para siempre, Flora. Me da miedo estar solo otra vez" - expresó Lucas, preocupado.
"No estás solo, Lucas. Ahora, llevas contigo el amor y la esperanza de este jardín. Además, puedes invitar a otros niños a venir aquí, a compartir tus aventuras y el cuidado por la naturaleza. Así nunca estarás solo."
Con esas palabras en su corazón, Lucas decidió regresar al pueblo. Al llegar, corrió hacia los otros niños que solían jugar en el parque.
"¡Chicos! He descubierto un lugar mágico. ¡Tenemos que ir juntos!" - les dijo, emocionado.
Los niños, intrigados, lo siguieron al jardín. Cuando llegaron, sus ojos se llenaron de asombro. Flora los recibió con calidez y juntos comenzaron a cuidar del jardín, riendo y soñando entre las flores.
Desde ese día, Lucas nunca más se sintió solo. Con cada niño que se unía al jardín, el amor y la esperanza crecieron. Así, el Jardín de los Sueños se convirtió en un lugar para todos, donde la amistad florecía igual que las plantas, y Lucas comprendió que, aunque había sido abandonado, nunca más debería sentirse solo.
Y así, el jardín cambió sus vidas y Lucas aprendió que en cada esquina del mundo hay un lugar donde siempre se encontrará la esperanza, si se busca con amor.
FIN.