El Jardín de los Sueños
Había una vez, en un pequeño pueblo argentino, una niña llamada Lila. Lila era conocida por su brillante sonrisa y su inagotable imaginación. Sin embargo, ella a veces se sentía un poco sola, ya que sus padres trabajaban mucho y no siempre podían dedicarle tiempo. Pero no permitía que eso apagara su espíritu.
Una tarde después de la escuela, Lila decidió caminar por el parque del pueblo. Mientras exploraba, divisó un pequeño rincón descuidado; allí había un grupo de flores marchitas.
"¡Pobrecitas!" - exclamó Lila, acercándose a las flores.
Cuando las tocó, algo mágico sucedió. Un destello de luz salió de las flores y se convirtió en una pequeña hada llamada Mia.
"¡Hola, Lila!" - dijo Mia, con una voz suave. "He estado esperando a alguien que pueda ayudarme a revivir este jardín. Está lleno de sueños olvidados porque nadie lo cuida. ¿Te gustaría ayudarme?"
Lila sonrió emocionada.
"¡Sí, por supuesto!" - respondió. "Pero, ¿cómo lo hacemos?"
"Necesitamos encontrar los sueños que han sido abandonados y darles una segunda oportunidad. Pero para eso, deberemos ser valientes y trabajar juntos. ¿Estás lista?"
Y así, Lila y Mia comenzaron su aventura. Juntas fueron a diferentes partes del pueblo, preguntando a los niños sobre sus sueños olvidados. Había un niño que una vez soñó con ser un gran pintor, pero había dejado de dibujar porque se sentía inseguro.
"¿Por qué no sigues pintando?" - le preguntó Lila.
"Porque nadie cree que pueda hacerlo bien" - respondió el niño, triste.
Lila tomó su mano.
"Yo creo en ti. ¡Vamos a pintar juntos!"
Y así, el niño retomó su amor por la pintura.
Más tarde, se encontraron con una niña que había pensado en ser bailarina, pero había abandonado su sueño porque se sentía torpe.
"¡No, no! ¡La danza es para todos!" - dijo Lila.
"¿En serio?" - preguntó la niña, con los ojos llenos de esperanza.
"¡Sí! ¡Bailá con nosotras!" - gritó Mia, agitándole las manos.
Decidieron organizar un pequeño espectáculo donde todos pudieran presentar sus talentos, incluso aquellos que habían dejado de lado sus sueños. Lila y Mia protegieron el jardín de los sueños, prolijando lo que encontraban en su camino; estaban decididas a ayudar a cada niño a volver a soñar.
Con cada nuevo sueño que ayudaban a resurgir, el jardín florecía más. Sin embargo, un día, apareció un misterioso viento que trató de llevarse todas las flores.
"¡Oh, no!" - gritó Lila. "¡No podemos dejar que se lleven nuestros sueños!"
"¡Debemos ser resilientes!" - dijo Mia.
Lila recordó lo que había aprendido de sus amigos sobre nunca rendirse.
"¡Unámonos!" - exclamó. "Si todos trabajamos juntos, podemos proteger lo que hemos creado aquí!"
Los niños se unieron en círculo alrededor del jardín, sosteniendo sus manos y cantando una canción especial que había crecido con sus sueños. El viento no pudo hacer nada ante tanto amor y energía. Poco a poco, se calmó y las flores se mantuvieron firmes.
Con el tiempo, el jardín se convirtió en un lugar mágico donde todos los niños del pueblo venían a soñar y crear. Cada uno había tomado una decisión: proteger sus sueños y nunca dejar que nadie les dijera que no podían lograr lo que se proponían.
Y así, Lila entendió que a veces la soledad puede ser un camino hacia los sueños más bellos, pero con valentía, amistad y un poco de magia, todo era posible.
"Gracias, Lila!" - dijo Mia un día. "Has hecho que los sueños vivos vuelvan a florecer en este jardín."
Lila sonrió y miró a su alrededor.
"¡No, gracias a todos!" - contestó. "Hicimos esto juntos, y siempre podemos hacerlo nuevamente."
Y así fue como el jardín de los sueños se mantuvo siempre lleno de risas, colores y oportunidades.
Y Lila nunca volvió a sentirse sola, porque había encontrado en sus amigos la fuerza para seguir soñando.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.