El Jardín de los Sueños



En un pequeño pueblo, había una niña llamada Luna, que vivía en una casa colorida, rodeada de flores y árboles. Sin embargo, a pesar de la belleza de su hogar, Luna se sentía sola. Sus amigos iban a la escuela y ella no podía jugar con ellos.

Un día, mientras exploraba su jardín, encontró una puerta oculta detrás de un arbusto. La curiosidad la llevó a abrirla y se encontró en un mundo increíble, lleno de colores vibrantes y criaturas mágicas.

"¡Hola!" - gritó Luna, tan emocionada que hizo eco en todo el lugar.

De pronto, un pequeño dragón azul llamado Zico apareció.

"Hola, humana. Bienvenida a mi hogar, el Jardín de los Sueños. Aquí todos pueden hacer realidad sus deseos."

Luna no podía creerlo.

"¿Puedo volar como un pájaro?" - preguntó llena de ilusión.

Zico sonrió.

"¡Por supuesto! Solo tienes que seguir el camino de las flores doradas."

Luna no lo dudó ni un segundo. Comenzó a correr, y al pisar las flores doradas, comenzó a elevarse en el aire. Rió de felicidad mientras volaba, sintiéndose más libre que nunca.

Sin embargo, mientras exploraba el cielo, notó que en el Jardín había una sombra. Un árbol gigantesco que parecía triste.

"¿Qué te pasa, árbol?" - le preguntó Luna, aterrizando cerca de él.

"Soy el Árbol de los Deseos, pero mis hojas han perdido su brillo porque los niños dejaron de soñar. Nadie viene a pedirme un deseo ya."

Luna sintió un nudo en el estómago.

"Pero yo tengo un sueño. Quiero que todos los niños del mundo puedan jugar y soñar como yo."

El árbol, emocionado por la propuesta, le dijo:

"Si logras que los niños de tu pueblo vuelvan a soñar, mis hojas recuperarán su brillo. Pero debes ser valiente y encontrar a Zico, que te ayudará en esta misión."

Luna decidió volver a su hogar y reunir a sus amigos. Volvió a buscar a Zico y le explicó lo que pasaba. Al ver el compromiso de Luna, Zico le dio un costo extra.

"Deberás organizar un festival de juegos y sueños en tu pueblo, y así todos recordarán lo que es soñar."

Luna se puso manos a la obra. Invitó a todos y organizó un colorido festival. Había juegos, risas, y cada niño podía compartir sus sueños.

"¡Vamos a jugar a los sueños!" - gritó mientras todos corrían llenos de emoción.

A medida que se divertían, empezaron a recordar los sueños que tenían: ser astronautas, artistas, y hasta inventores. El Árbol de los Deseos, desde su sitio en el Jardín, empezó a ver cómo las hojas de otros árboles también brillaban.

Luna, al borde de las lágrimas, ahora entendía lo que significaba soñar en compañía. Siguió celebrando, y cuando la noche llegó, el cielo se llenó de estrellas.

"Miren, los deseos se están haciendo realidad. Cada estrella es un sueño que ha vuelto a brillar!"

La felicidad y la emoción fueron contagiosas. Todos los niños del pueblo marcharon hacia el Jardín de los Sueños al finalizar el festival. Y al llegar, se dieron cuenta de que el árbol había recuperado su esplendor, lleno de hojas doradas y brillantes.

Luna miró a su alrededor y comprendió que, even in the darkest moments de soledad, si uno comparte sus sueños y se une a sus amigos, la felicidad puede florecer en cualquier lugar.

"¡Gracias, Zico! ¡Gracias a todos!" - exclamó Luna, con el corazón rebosante de alegría.

Y así, Luna aprendió que los sueños no solo son para uno, sino también para compartir con los demás. El Jardín de los Sueños nunca volvió a estar vacío. Todos los días, niños y criaturas mágicas se reunían para jugar, soñar y recordar que la verdadera felicidad no es solo un sentimiento, sino también una aventura compartida.

FIN.

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