El Jardín de los Sueños
Había una vez en un pequeño pueblo un niño llamado Tomás, que soñaba con tener el jardín más hermoso del lugar. Desde muy joven, iba por el vecindario observando las flores y plantas de sus vecinos, imaginando cómo sería su propio jardín. Un día, decidió poner manos a la obra.
-Tomás, ¿vas a plantar flores? - le preguntó su amiga Sofía, que pasaba por allí.
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¡Sí! Voy a hacer el jardín más bonito del pueblo! - respondió Tomás con entusiasmo.
Tomás comenzó a juntar semillas que encontraba en el mercado y a preparar la tierra en un pequeño espacio de su casa. Con mucho esfuerzo, logró sembrar las semillas y, lleno de expectativa, regó la tierra cada día. Pero al cabo de unos días, se dio cuenta de que no asomaba ni una sola planta.
-Tomás, quizás no estás haciendo las cosas bien - le sugirió su vecino Don Alberto, un hombre mayor que sabía mucho sobre jardinería.
-
Pero creo que estoy haciendo todo lo que se supone que debo hacer - contestó Tomás, con un dejo de decepción en su voz.
-Ven, te voy a ayudar - le dijo Don Alberto. - A veces, las plantas necesitan más cuidado, o quizás no elegiste las semillas correctas.
Don Alberto le explicó que algunas semillas necesitaban más tiempo para germinar, y le dio algunos consejos sobre el riego y la tierra adecuada. Tomás, alentado por el apoyo de su vecino, decidió seguir adelante.
Días pasaron y Tomás continuaba cuidando su jardín con esmero. Pero luego, un intenso viento azotó el pueblo, y cuando Tomás salió a ver su jardín, se dio cuenta de que la mayoría de las semillas habían volado y otras estaban dañadas.
-No puedo creerlo... - dijo Tomás, angustiado. - Todo mi esfuerzo se fue volando.
Sofía, que se encontraba cerca, lo vio triste y se acercó.
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¡No te desanimes, Tomás! - exclamó. - Siempre hay una segunda oportunidad.
Al escuchar esto, Tomás tomó una decisión.
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Tienes razón, Sofía. No voy a rendirme. Volveré a plantar.
Juntos, fueron a buscar nuevas semillas y Tomás mejoró su jardín, siguiendo los consejos de Don Alberto y aprendiendo de sus errores. Cada día, regaba la tierra, cuidaba las plantas y, sobre todo, no se olvidaba de hablarles.
El tiempo pasó, y un día, cuando Tomás salió por la mañana, vio algo increíble. Las primeras flores habían comenzado a brotar.
-¡Mirá, Sofía! - gritó Tomás con alegría. - ¡Mis flores!
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¡Son hermosas! - respondió su amiga, abrazándolo.
Las flores crecieron y con el tiempo, su jardín se convirtió en el más lindo del pueblo. Todos los vecinos venían a admirarlo y a preguntar cuál era su secreto.
-Es muy simple - decía Tomás, sonriendo. - Solo hay que perseverar y nunca rendirse, a pesar de los obstáculos.
Don Alberto, muy orgulloso de su pequeño amigo, lo felicitó.
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Has hecho un gran trabajo, Tomás. Has demostrado que con esfuerzo y determinación, puedes lograr lo que te propongas.
Desde aquel día, Tomás aprendió que la perseverancia es la clave para hacer realidad sus sueños. Y cada vez que alguien venía a visitarlo, les contaba la historia de cómo había logrado crear su jardín de sueños, inspirando a todos a no rendirse nunca, sin importar cuántas veces tuvieran que empezar de nuevo.
FIN.