El jardín de los sueños



Había una vez en un pequeño barrio de la ciudad, una niña de 9 años llamada Lila. Vivía con su madre, Clara, y su hermano menor, Tomás, en una casa sencilla y acogedora, aunque un poco destartalada. A pesar de no tener mucho, Lila siempre sonreía y veía el lado positivo de la vida.

Un día, mientras jugaba en el parque cercano, Lila escuchó a algunos niños hablando sobre un concurso de jardín en la escuela. El ganador recibiría un kit de jardinería y, lo más importante, la oportunidad de participar en un taller de plantas en el Jardín Botánico de la ciudad. Después de escuchar esto, Lila corrió hacia casa.

"¡Mamá! ¡Mamá! Hay un concurso de jardín en la escuela y quiero participar!" - exclamó, con sus ojos brillando de emoción.

"Eso suena maravilloso, Lila! Pero, ¿cómo vas a hacer para crear un jardín? No tenemos dinero para comprar las plantas ni las herramientas," - respondió Clara con una mezcla de admiración y preocupación.

Lila se quedó pensando un momento, pero luego sonrió.

"Podemos buscar semillas en la feria de los vecinos, o ver si podemos conseguir algunas plantas que ya estén creciendo. Podemos hacer una tarea divertida juntos!" - propuso. Clara se sintió orgullosa de la creatividad de su hija.

A la mañana siguiente, Lila y Tomás se pusieron manos a la obra. Juntos caminaron por el barrio, tocando las puertas de sus vecinos y pidiendo donaciones de semillas o plantas que no quisieran. La mayoría de los vecinos se mostraron felices de ayudar.

"¡Tené esto!" - le dijo Doña Rosa, una anciana que vivía cerca, entregándole un pequeño paquete de semillas de girasol.

"Gracias, Doña Rosa!" - respondió Lila con gratitud.

"Y si necesitás tierra, podés pasar por atrás de mi casa, tengo un montón que ya no uso," - añadió Doña Rosa, sonriendo.

Con cada planta y cada bolsa de tierra que recolectaban, Lila y Tomás sentían que el sueño de su jardín se hacía más cercano. Al regresar a casa, Clara los ayudó a preparar un pequeño espacio en el patio trasero, lleno de piedras y un viejo balde que habían encontrado. Con mucho entusiasmo, comenzaron a plantar las semillas y a cuidar de las pequeñas plantas que iban germinando.

Las semanas pasaron, y las plantas comenzaron a florecer. Mientras pasaban tiempo en el jardín, Lila y Tomás aprendieron sobre el cuidado de las plantas, la importancia del agua, el sol y el amor. Cada vez que se acercaban al jardín, se llenaban de alegría y esperanza.

"Mirá cómo creció el girasol, Lila!" - exclamó Tomás un día, salpicando tierra mientras intentaba regar las plantas.

"Es hermoso, Tomi. Un día podremos tener un jardín que sea tan grande como el de Doña Rosa!" - respondió Lila, riendo.

Finalmente llegó el día del concurso. El jardín de Lila y Tomás era un hermoso espectáculo de colores y olores. Presentaron su pequeño jardín lleno de girasoles, tomates y hasta algunas hierbas aromáticas que habían encontrado.

Lila se sentía nerviosa mientras caminaba hacia el escenario. Sabía que, aunque no ganaran, había hecho algo especial con su hermano.

Cuando el jurado comenzó a anunciar los ganadores, el corazón de Lila latía con fuerza.

"Y el primer lugar se lo lleva… el jardín de Lila y Tomás!" - exclamó la maestra Ana, aplaudiendo con entusiasmo.

Lila no podía creer lo que escuchaba.

"¡Sí! ¡Lo logramos, Tomás!" - gritó abrazando a su hermano.

Tomás la miró sonriendo, lleno de alegría.

"Y todo porque trabajamos juntos, ¿verdad?" - dijo.

"Sí, el trabajo en equipo siempre da frutos!" - respondió Lila, sintiéndose más fuerte que nunca.

Así fue como Lila y su familia no solo ganaron el concurso de jardín, sino también aprendieron la importancia de la cooperación, la solidaridad y seguir los sueños, sin importar las circunstancias.

Y aunque vivían con poco, tenían un jardín y, más importante aún, tenían amor, unidad y esperanza. Desde ese día, todos los fines de semana, el patio trasero se convirtió en un espacio de aprendizaje, creatividad y diversión, donde los sueños florecían como los girasoles que habían plantado.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!