El Jardín de los Sueños
Era un hermoso día de primavera cuando Lucas se despertó con el canto suave de un colibrí que posó en la ventana de su habitación. - ¡Buenos días, Lucas! -dijo el colibrí con voz melodiosa-. Así que hoy es el día en el que las flores de tu jardín comienzan a despertar. ¡Vamos a descubrirlo juntos!
Lucas se frotó los ojos y, aún un poco adormilado, salió corriendo al jardín. Allí, las flores de colores vibrantes se movían suavemente con la brisa. Las abejas zumbaban alegremente mientras recolectaban néctar de las flores, y una mariposa de lapacho rosa revoloteaba cerca de él.
- ¡Mirá, Lucas! -exclamó el colibrí-. ¡Las flores están coqueteando con las abejas! Ellas hacen un gran trabajo al ayudar a que crezcan nuevas plantas.
- ¿De verdad? -preguntó Lucas, intrigado.
- Sí, así es. Las abejas y las flores son grandes amigas. Sin las abejas, muchas de nuestras flores favoritas no podrían existir.
Mientras el colibrí hablaba, Lucas notó que un yacarandá, un árbol gigante en la esquina del jardín, comenzaba a florecer lentamente. - ¡Guau! -dijo Lucas- ¡Mirá cómo se llena de flores!
- ¡Espectacular! -respondió el colibrí- Pero espera, porque el yacarandá todavía tiene una sorpresa para nosotros.
De repente, una ráfaga de viento movió las ramas del árbol, y las flores cayeron como una lluvia azul sobre el jardín. Lucas saltó de alegría, corriendo a atrapar las flores que caían.
- ¡Esto es mágico! -gritó con entusiasmo.
- ¡Siempre que cuides de tu jardín, sucederán cosas mágicas! -dijo el colibrí mientras revoloteaba.
Lucas comenzó a pensar en lo que el colibrí había dicho y decidió que era el momento de hacer algo especial por su jardín. Así que, con la ayuda del colibrí, comenzó a sembrar nuevas semillas. - ¿Qué flores crecen aquí? -preguntó.
- Hay muchas, Lucas. Las girasoles, las margaritas y hasta unas que atraen a mariposas. Pero lo más importante es que siembra siempre con amor y cuidado.
Día tras día, Lucas se dedicó a cuidar su jardín. Regó las plantas, quitó las malezas y pasó tiempo disfrutando de la belleza que lo rodeaba. El colibrí lo observaba con alegría, y entre ambos se creó una gran amistad.
Un día, mientras Lucas estaba en su jardín, los habitantes del barrio comenzaron a acercarse. - ¡Qué hermoso es tu jardín! -dijo Carla, su amiga. - ¿Cómo lo hiciste?
- Con amor y paciencia -respondiendo orgulloso. - El colibrí me enseñó todo.
- ¡Me encantaría ayudarte! -exclamó Carla.
- ¡Yo también! -dijo otro amigo vecino, Joaquín.
- Entonces, hagamos juntos un jardín comunitario. Cada uno puede traer semillas y plantas de sus casas -propuso Lucas.
Así fue como, poco a poco, el jardín de Lucas se convirtió en un hermoso espacio donde todos los niños del barrio podían jugar y aprender sobre las flores, las abejas y la naturaleza. El colibrí siempre estaba presente, supervisando el crecimiento de las plantas y guiando a los niños en sus aventuras.
Cuando el jardinero del barrio se enteró de esto, se acercó y dijo: - ¡Este lugar es asombroso! Debemos organizar una feria para que todos conozcan su belleza y la importancia de cuidar la naturaleza.
- ¡Sí! -gritaron todos al unísono.
Y así, llegaron familias de todas partes a disfrutar del jardín. Querían aprender cómo cuidar las plantas y por qué las abejas eran tan importantes. Todos se unieron en actividades creativas, donde pintaron macetas, sembraron nuevas flores y celebraron la amistad.
El colibrí nunca se fue, volando feliz alrededor de Lucas y sus amigos, recordándoles la conexión mágica que había entre ellos y la naturaleza. Desde ese día, Lucas siempre cuidó de su jardín con amor, y el colibrí le susurraba buenos días cada amanecer, sabiendo que juntos, estaban haciendo del mundo un lugar más hermoso.
FIN.