El Jardín de los Sueños



Había una vez un colegio que comenzó como una guardería en el corazón de un bullicioso barrio. Desde muy tempranito, los niños llegaban llenos de energía, pero en sus ojos se veía un poquito de tristeza al tener que separarse de sus papás. La cuidadora, la señorita Teresa, siempre les decía:

"No se preocupen, mis amores. Aquí están todos sus juguetes y amigos. Además, ¡haremos muchas cosas divertidas juntos!"

Los niños se sentaban en un círculo colorido, rodeados de pelotas, muñecos y libros. Cada día, la señorita Teresa les contaba divertidas historias sobre planetas, dragones y hadas.

Un día, mientras estaban jugando en el patio, un niño nuevo, llamado Simón, llegó con la cabeza gacha y un pequeño abrigo de un color apagado. La señorita Teresa se acercó y le sonrió:

"Hola, pequeño. Bienvenido a nuestro jardín. ¿Te gustaría jugar a hacer castillos de arena?"

Simón miró a los demás niños que reían y jugaban, pero se sentía muy tímido. Solo murmuró:

"No sé... no tengo amigos aquí..."

La señorita Teresa, muy amable, lo llevó a un rincón donde otros niños estaban formando un gran castillo con palas y cubitos.

"¿Qué te parece, Simón? Podés ser el rey de este castillo y ellos pueden ser tus súbditos. ¡Vamos a coronarte con un pequeño sombrero!"

Poco a poco, Simón se fue deshaciendo de su timidez y se unió a la diversión. Y así, el nuevo niño comenzó a hacer amigos.

Pasaron los días y el jardín se convirtió en un lugar lleno de risas y amistad. La señorita Teresa, siempre creativa, decidió hacer un día especial. Un día en el que cada niño podía traer a su juguete favorito.

"¡Chicos, mañana será el Día de los Juguetes! Cada uno podrá mostrar su juguete especial, podemos compartir historias y también haremos una carrera de obstáculos. ¿No suena genial?" preguntó emocionada la señorita Teresa.

Todos gritaron al unísono:

"¡Sí!"

Para Simón, ese día era muy importante. Tenía un juguete que le había regalado su abuela, un pequeño perrito de peluche llamado Rocco. Sin embargo, temía que no fuera tan interesante como los demás juguetes.

La noche anterior, no pudo dormir pensando en cómo sería el día. Finalmente, decidió que debía mostrar su perrito. La mañana llegó y el salón de juegos estaba lleno de risas. Cada niño mostró su juguete con orgullo.

"¡Miren mi autito de carrera!" decía uno.

"Este es mi dinosaurio que ruge fuerte", decía otro.

Finalmente, llegó el turno de Simón:

"Este es Rocco, mi perrito de peluche. Me hace compañía cuando me siento solo."

Al escuchar eso, los otros niños se acercaron.

"¡Qué lindo!" dijo una niña llamada Lucía.

"¿Puede jugar con nosotros?" preguntaron otros.

Simón se sonrojó, pero comenzó a sonreír al ver la cara de alegría de sus compañeros. Pronto, todos los niños estaban jugando con Rocco, inventando historias de aventuras y salvando mundos.

La señorita Teresa, emocionada, se dio cuenta de que el amor y la amistad habían florecido en su jardín. A partir de ese día, el colegio se transformó en un lugar donde no solo se aprendía a jugar, sino a compartir y a cuidar de los amigos.

Con el tiempo, muchos de esos pequeños que comenzaron llorando, crecieron en ese colegio y formaron grandes lazos de amistad. Aprendieron que cada uno era especial, no solo por sus juguetes, sino por el amor que compartían juntos. Simón, llenándose de confianza, se volvió un líder en el juego y ayudó a otros niños a integrarse, convirtiéndose en un verdadero amigo del jardín.

"Recuerden, siempre que uno trae amor, los amigos siempre estarán cerca, ¡solo hay que saber compartirlo!" decía con una gran sonrisa Simón a sus amigos.

Y así, la guardería se convirtió en un colegio donde el amor y la alegría se esparcían como flores en un hermoso jardín lleno de sueños.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!