El Jardín de los Sueños



Había una vez un nene de 5 años llamado Tomi que comenzaba su aventura en un nuevo jardín de infantes. Estaba emocionado, pero también un poco nervioso, porque no conocía a nadie. El primer día, mientras entraba por la puerta, vio a muchos nenes jugando en el patio. Algunos se reían, otros corrían, y otros hacían castillos de arena.

"Hola, soy Tomi," dijo tímidamente al grupo que estaba cerca de la caja de arena.

"Yo soy Lía y esta es mi mejor amiga, Sofi. Vamos a hacer un castillo gigante. ¿Querés ayudar?" respondió Lía con una sonrisa.

"¡Sí! Me encantaría!" dijo Tomi, sintiéndose un poco más cómodo.

Juntos, empezaron a construir un enorme castillo de arena, pero justo cuando estaba casi terminado, un grupo de nenes llegó y, sin querer, lo destruyó. Tomi se sintió triste y decepcionado.

"¿Por qué hicieron eso?" preguntó, con la voz entrecortada.

"No lo hicimos a propósito, es que queríamos jugar también. No hay problema, podemos construir otro juntos," dijo uno de los nene de grupo nuevo, llamado Lucas.

Tomi miró a su alrededor y vio que sus nuevos amigos se agrupaban, y eso le hizo sentir un poco mejor.

"Está bien, hagamos otro castillo. Pero esta vez lo hacemos más grande y más fuerte," dijo Sofi, animando a todos.

Con el apoyo de sus nuevos amigos, comenzaron la construcción nuevamente, pero esta vez, todos se turnaban para construir diferentes partes, se ayudaban y se reían juntos. En poco tiempo, el castillo era incluso más impresionante que el primero.

Durante el recreo, se acercó la maestra, la Sra. Ana, y les preguntó:

"¿Quién construyó este castillo tan maravilloso?"

"¡Nosotros!" respondieron todos al unísono.

"Es un gran trabajo en equipo. ¿No sienten que cuando trabajan juntos es más divertido?" dijo la maestra.

Y Tomi se dio cuenta de que sí, que colaborar les hacía disfrutar aún más el juego.

Pasaron los días y Tomi fue descubriendo nuevas facetas del jardín. Junto a Lía, Sofi y Lucas, exploraron el arenero, la casa de muñecas y hasta el jardín donde plantaban flores. Un día, mientras jugaban a la escondida, Tomi escuchó que Lía se quejaba.

"No puedo encontrar un lugar donde esconderme, siempre me descubren. No sirvo para jugar a esto," decía Lía, con tristeza en su voz.

Tomando valor, Tomi se acercó y dijo:

"No te preocupes, Lía. Siempre hay un lugar nuevo que descubrir. A veces, es cuestión de ser creativos. ¿Qué tal si intentas esconderte detrás de los arbustos grandes?"

Lía sonrió.

"¡Buena idea, Tomi! Voy a intentarlo. ¡Gracias!"

Con esa pequeña ayudita, Lía logró esconderse y, por primera vez, no la encontraron en varias rondas.

Al finalizar la semana, la Sra. Ana propuso hacer un mural en grupo sobre la amistad, con dibujos y palabras que representaran lo que habían aprendido en sus días juntos. Tomi pensó mucho, y al final decidió dibujar a sus amigos jugando y riendo. En la parte inferior del mural, escribió: “La amistad es construir juntos”.

Cuando presentaron el mural, todos se sintieron orgullosos de su trabajo. La Sra. Ana pidió que contaran cómo se sintieron al colaborar.

"Cuando hacemos cosas juntos, somos más fuertes y nos divertimos más," explicó Sofi, mirando a Tomi con aprecio.

"Sí, y ayudarnos unos a otros hace que todos se sientan especiales!", agregó Lucas.

"Hasta el castillo que hicimos fue más lindo porque todos participamos," concluyó Tomi.

Ese día, Tomi descubrió que en el jardín no solo había juegos y actividades, sino algo mucho más importante: el compañerismo, el amor y la amistad. Y así, cada día se volvía una nueva aventura.

Pasó el tiempo y cada uno de ellos creció fuerte en sus vínculos. Por eso, Tomi siempre recordaría lo importante que es ayudar y ser ayudado, que todos juntos pueden lograr grandes cosas. Y así, con cada día que pasaba, su corazón se llenaba de alegría, sabiendo que en su nuevo jardín de infantes había encontrado no solo amigos, sino también una familia especial.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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