El Jardín de los Sueños
Érase una vez en un pequeño pueblo llamado Alegría, donde todos los días parecían festivos. En este mágico lugar vivían tres amigos: Sofía, una niña llena de sueños; Tomás, un chico que siempre buscaba la felicidad en las pequeñas cosas; y Valentina, una niña con un enorme corazón dispuesto a ayudar a los demás.
Un día, mientras jugaban en el parque, Sofía dijo:
- ¡Chicos! ¡Tengo una idea! ¿Y si creamos un jardín donde podamos plantar nuestros deseos y sueños?
Tomás se iluminó.
- ¡Eso suena genial! Pero, ¿cómo lo hacemos?
Valentina sonrió y agregó:
- Podemos pedir ayuda a todos en el pueblo. Juntos podemos armar algo increíble.
Así, los tres amigos se pusieron manos a la obra. Comenzaron a dibujar un plano y decidieron que cada uno aportaría algo especial a su jardín. Sofía quería plantar flores que representaran sus sueños, Tomás quería poner un banco para que todos pudieran sentarse y compartir la felicidad y Valentina quería un rincón especial para cuidar a los animales abandonados.
Se acercó el día de la siembra y todos en el pueblo estaban emocionados. Entre risas y juegos, trabajaron juntos, pero un imprevisto ocurrió: durante la tarde, una tormenta repentina se desató y arrasó con todo lo que habían plantado.
Sofía se sintió desanimada.
- ¡Todo nuestro esfuerzo se perdió! ¿Por qué tiene que pasar esto?
Tomás, dándole una palmada en la espalda, le comentó:
- Miralo de esta manera: la tormenta puede haber destruido lo que sembramos, pero no puede llevarse nuestra amistad.
Valentina, con una sonrisa, agregó:
- ¡Exacto! Tal vez sea una oportunidad para construir algo aún mejor.
Con renovadas energías, decidieron reconstruir el jardín. Pero esta vez, invitaron a todos a que compartieran sus sueños y deseos para el jardín. Desde la señora Rosa, que quería un lugar para las mariposas, hasta el señor Miguel, que deseaba un espacio para leer.
Así, el nuevo jardín no solo fue el de ellos, sino el de toda la comunidad. En medio de su reconstrucción, se dieron cuenta de algo importante: al compartir sus deseos y ayudar a otros, la felicidad se multiplicaba.
Pasaron las semanas y finalmente el jardín resplandecía. No solo estaban las flores y los bancos, sino también un pequeño estanque donde los animales podían beber y un rincón de lectura lleno de libros y sonrisas. Todos los días, el lugar se llenaba de risas y juegos.
Un día, Sofía, mirando con orgullo su jardín, exclamó:
- Miren todo lo que hemos logrado juntos. Este jardín es un reflejo de nuestros corazones.
Tomás asintió:
- Y lo mejor de todo es que la felicidad se puede compartir.
Valentina también agregó con alegría:
- Con esfuerzo, empatía y deseo, podemos construir algo hermoso.
A partir de ese día, cada vez que alguien tenía un deseo o un sueño, sabía que podía encontrarlo en el Jardín de los Sueños. Y así, Sofía, Tomás y Valentina aprendieron que la verdadera felicidad es un camino que se recorre junto a otros.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.