El Jardín de los Sueños
Érase una vez, en un colorido pueblo llamado Arcoíris, un jardín mágico donde crecían flores de todo tipo y color. En este jardín vivía una niña llamada Lila. Ella era una pequeña soñadora que pasaba horas imaginando formas de hacer el mundo un lugar mejor. Sin embargo, en la escuela, había un grupo de niños que solía molestar a las chicas, burlándose de ellas y haciéndolas sentir inferiores.
Un día, mientras Lila regaba sus queridas flores, escuchó a sus amigas, Clara y Sofía, hablando entre lágrimas.
"No quiero volver a la escuela, Lila. Me dicen que no sé jugar al fútbol solo porque soy mujer."
"A mí también, me dicen que las chicas solo deben jugar a la muñeca. ¡Es tan injusto!" dijo Sofía.
Lila se sintió triste al ver a sus amigas así. Entonces, decidió que era hora de actuar. Con su imaginación desbordante, convocó a sus amigas a un encuentro especial en el jardín.
"Chicas, vamos a crear un club en el jardín. ¡El Club de las Guerreras!" les propuso Lila.
Clara y Sofía, intrigadas, le preguntaron:
"¿Pero qué hacemos en ese club?"
"¡Nos uniremos y formaremos un equipo! Jugaremos al fútbol, haremos artesanías, y sobre todo, aprenderemos a defendernos unas a otras. ¡Así no les tendremos miedo a los que nos molestan!" contestó Lila.
Las chicas estaban entusiasmadas y a partir de ese día, el jardín se convirtió en su lugar especial. Aquí sanitizaron bolas de fútbol, hicieron carteles que decían “¡Las chicas también somos fuertes! ” y se prepararon para su primer partido contra los chicos del barrio.
El día del partido, las chicas estaban nerviosas. Ellas sabían que los chicos solían reírse de ellas. Pero Lila se acercó a su grupo y les dijo:
"Recuerden, si trabajamos juntas, nada puede detenernos. ¡Muestra lo que pueden hacer!"
El partido comenzó y aunque al principio las chicas se sintieron intimidadas, poco a poco comenzaron a jugar mejor. Combinaban sus habilidades y jugaban en equipo. Mientras tanto, los chicos no sabían qué pensar, porque las niñas estaban jugando de una manera sorprendente. Cuando el marcador subió y las chicas anotaron su primer gol, todos se quedaron boquiabiertos.
"¡No puedo creerlo! ¡Ellas están jugando increíble!" gritó uno de los chicos.
"¡Vamos, Guerreras! ¡A no rendirse!" animó Lila desde la línea de juego.
Las chicas ganaron el partido. Pero lo más importante fue que demostraron que podían hacer lo que quisieran si se apoyaban entre ellas. Al final del día, cuando regresaron a casa, se sintieron maravilladas.
"Hoy fue un día inolvidable, Lila," dijo Clara.
"¡Sí! Ahora entendemos que lo que dicen los niños no importa. Somos fuertes, y lo demostraremos cada día!" aseguró Sofía.
Así, el Club de las Guerreras creció. Las chicas del barrio se unieron y comenzaron a organizar torneos y actividades inclusivas donde todos podían participar, sin importar su género. Con cada berlina en el jardín, más padres y madres empezaron a entender la importancia de la igualdad y el respeto.
Al cabo de un tiempo, todo el pueblo se unió a la causa, y el jardín mágico se convirtió en un símbolo de respeto y amistad. Lila, Clara y Sofía se convirtieron en un ejemplo para muchos, mostrando que la verdadera fuerza reside en apoyarse entre todos, sin importar las diferencias.
Y así, el jardín siguió floreciendo, lleno de sueños y esperanza, donde cada niño, niña y adolescente podía ser quien realmente era, sin miedo a ser juzgado.
"Nunca olviden, chicas, somos lo que decidimos ser, y siempre debemos luchar por lo que es justo," finalizó Lila mientras las flores danzaban al ritmo de la brisa, llenando el aire de color y alegría.
FIN.