El Jardín de los Sueños



En un pequeño barrio de Buenos Aires, un niño llamado Mateo siempre se sentaba en la esquina de su casa observando a los demás jugar. Tenía un amor especial por las plantas y pasaba horas en su jardín, cuidando de sus flores y arbustos.

Un día, mientras regaba su jardín, su vecina, Carla, una niña con una increíble imaginación, se acercó a él.

"Hola, Mateo. Siempre te veo aquí. ¿No quieres jugar conmigo?" - preguntó.

Mateo, un poco nervioso, respondió:

"Gracias, pero prefiero quedarme con mis plantas. Las flores me entienden mejor."

Carla rió alegremente.

"Las plantas no hablan, pero puedo mostrarte un juego que las hace 'hablar'."

Curioso, Mateo decidió seguirla. Antes de que se dieran cuenta, estaban en el parque, donde Carla le mostró cómo hacer flores de papel y decorarlas con mensajes. Mateo miró a su alrededor y vio a otros niños sumergidos en la misma actividad. Sin embargo, él se sentía un poco fuera de lugar, así que decidió volver a su jardín.

Días después, Carla no se dio por vencida. Volvió a buscar a Mateo.

"¡Mateo, ven a jugar! La última vez fue muy divertido. Podemos hacer un gran jardín de papel juntos. ¡Imagina las historias que contarían!"

Mateo, sintiéndose intrigado, cedió y se unió a ella en el parque. Juntos, crearon un jardín lleno de flores de papel, cada una con historias diferentes: una era de un dragón que vivía en un lago cristalino, otra de una mariposa que podía viajar a otros mundos.

"Mirá, cada flor es un sueño, ¿no?" - dijo Carla.

"Sí, pero mis flores reales son muy importantes para mí" - contestó Mateo.

Cada semana, los dos se reunían para llevar un poco de sus mundos al jardín de papel y cuidaban de sus plantas, mientras aprendían a compartir sus sueños.

Una noche, mientras Mateo estaba en su jardín, de repente, comenzó a sentir que el viento soplaba más fuerte. Las hojas susurraban y su corazón empezó a latir rápidamente.

"¿Qué pasa?" - se preguntó.

Carla se acercó preocupada.

"Mateo, estás pálido. ¿Te sentís bien?"

"Es solo que a veces las emociones son como una tormenta para mí. Todo se siente demasiado."

Carla puso su mano en su hombro.

"Podemos hacer una palabra mágica, ¡’alivio’! Cada vez que sientas esa tormenta, dila. Y cuando hablemos en el jardín, ¡podemos soñar en voz alta!"

Mateo miró a Carla con gratitud. Aprendió a expresar lo que sentía. Con el tiempo, se sintió más cómodo compartiendo sus emociones, y su jardín de papel se volvió un refugio de sueños y sensaciones. Cada semana los niños se unían para dedicar tiempo al jardín, haciendo nuevas historias que llenaban las flores de vida.

Un día, mientras jugaban, una noticia sorprendió a todos: un festival en el barrio está organizando un concurso de jardines de papel. Carla se emocionó:

"¡Mateo, podríamos presentar nuestro jardín!"

"No sé... ¿y si no le gusta a nadie?" - respondió Mateo tímidamente.

"Pero también podrían enamorarse de nuestro mundo, ¡y esos son nuestros sueños!"

Después de pensarlo, Mateo accedió. Juntos, empezaron a trabajar en un jardín que combinara los elementos de su papel con el amor por sus plantas. Al llegar el día del festival, múltiples jardines llenaron el parque, pero el colorido jardín de Mateo y Carla brilló con su magia, y hasta hizo que otros niños también compartieran sus historias. Al final del día, no solo obtuvieron el primer lugar, sino que también habían inspirado a otros a abrazar sus diferencias y expresarse.

Mateo sonrió, comprendiendo que estaba aceptando su vida y compartiendo sus sueños, que no estaban solos.

Cuando regresaron a su rincón del barrio esa noche, Mateo dijo con una risa suave:

"¡Las plantas nunca dejarán de contar sus historias, ¿verdad?"

"Y nosotros tampoco, siempre habrá algo nuevo que contar" - dijo Carla.

Desde entonces, el jardín de sueños de Mateo floreció con más historias, llenándolo de colores y risas. Aprendió que, a veces, compartir las emociones y los sueños puede ser la magia que se necesitaba para sentirse en casa, tanto en su jardín como en el corazón de sus amigos.

Y así, lo que comenzó como un simple jardín se convirtió en un lugar donde los sueños florecían, donde todo el mundo podía ser parte de la historia.

Fin.

FIN.

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