El Jardín de los Sueños
En un mundo no tan lejano, donde los colores habían desaparecido y la alegría ya no llenaba los corazones, vivía una niña llamada Sofía. Sofía era una niña curiosa, con el cabello rizado y una gran sonrisa, pero la tristeza de su mundo la había hecho un tanto apatía. La ciudad en la que vivía, Grisópolis, estaba gobernada por un grupo de adultos que creían que la felicidad era un lujo. Se travestían de opuestos en un mundo sin juegos y sin risas, donde las sonrisas habían sido prohibidas por ley.
Sofía, sin embargo, siempre había sentido en su interior una chispa. Justo un día, mientras exploraba un viejo almacén abandonado, encontró un libro polvoriento. Al abrirlo, un torrente de colores iluminó la habitación. Eran dibujos de jardines llenos de flores de todos los colores, animales correteando, y niños felices jugando. Se sintió inspirada y decidió que tenía que hacer algo por su mundo.
- “¡Tengo que encontrar el jardín de los sueños! ” - exclamó Sofía mientras levantaba el libro con determinación. - “Si allí encuentra la felicidad, tal vez pueda traerla a Grisópolis.”
Así, Sofía se aventuró fuera de la ciudad. Con una brújula hecha de sueños, comenzó su camino. Por el camino, conoció a un viejo sabio que vendía lunas de papel.
- “¿Adónde vas, niña? ” - preguntó el anciano, mirándola con sus ojos llenos de estrellas.
- “Busco el Jardín de los Sueños, señor. Quiero recuperar los colores para mi ciudad.” - respondió Sofía.
- “El jardín no es un lugar, niña, es un estado de ánimo. Pero si quieres recuperar los colores, primero debes encontrar a quienes te ayuden en tu viaje.” - le aconsejó el anciano.
Siguiendo su consejo, Sofía encontró a dos amigos en el camino. Un perro llamado Cielo, que siempre veía lo bonito en cada situación, y una gata llamada Luna, que gracias a su aguda visión podía ver el mundo en matices que otros no podían. Juntos, comenzaron la travesía.
Cielo hizo reír a Sofía cada día, mientras que Luna le enseñaba a observar detalles jamás notados. - “¡Mirá esos grepias azules en el cielo! ¡Son hermosos! ” - decía Cielo mientras corría tras una mariposa.
- “Sofía, cada uno de nosotros tiene un color que transmitir. Hay que dejarlo salir” - murmuraba Luna, mientras se acariciaba la panza.
A medida que avanzaban en su aventura, los colores empezaron a aparecer en sus caminos. Sofía, Cielo y Luna dejaron caer risas, sueños y momentos memorables por donde pasaban. Pero cuando llegaron a la final, se encontraron con un gran muro que decía: “Los sueños no son permitidos aquí.”
- “¿Cómo podemos pasar? ” - preguntó Sofía, dudando por un momento.
- “¡Con valentía! Desde aquí, lo importante es seguir soñando” - dijo Cielo mientras saltaba hacia el muro.
- “¿Y si se rompen? ” - preguntó Luna con recelo. Pero Sofía, empoderada por sus amigos, se atrevió a hacer un paso adelante. Dijo al unísono con sus amigos: - “¡Hasta aquí hemos llegado! ” - y con un fuerte grito, lanzaron los colores que habían recolectado en cada paso de su aventura hacia el muro.
El muro comenzó a desmoronarse y con un estruendo se desvaneció en el aire. Del otro lado, se extiende un inmenso jardín lleno de todas las flores de colores, árboles frutales, y un río que brillaba con miles de destellos, como espejos de estrellas.
- “¡Hemos llegado! ” - gritó Sofía entusiasmada, mientras observaba el espectáculo. - “Este es el Jardín de los Sueños, y debemos llevar estos colores de vuelta a nuestra ciudad.”
Con bolsas llenas de flores y sueños, Sofía, Cielo y Luna regresaron a Grisópolis. Para sorpresa de los habitantes, él les ofreció flores y colores.
- “¡Esto es maravilloso! ” - decía un niño que nunca había visto un tulipán rojo. - “¿De dónde lo han sacado? ” - le preguntó a Sofía.
- “Del Jardín de los Sueños. Y cada uno de ustedes tiene la oportunidad de hacer que estos colores crezcan en sus corazones.”
- “¡Podemos hacer nuestro propio jardín aquí! ” - gritó otro niño, seguido por los aplausos del resto de los habitantes. Todo el pueblo empezó a juntar sus sueños y risas, ¡y los colores empezaron a tomar vida!
Con el tiempo, Grisópolis se llenó de felicidad, risas y colores. Sofía y sus amigos habían logrado mostrar que, a pesar del orden gris que los envolvía, en cada uno de ellos habitaban los colores del amor, la amistad y la alegría. Así, todos aprendieron que el verdadero jardín florece en el corazón y que cada sueño cuenta.
Desde entonces, Sofía nunca se olvidó de llevar un poco del Jardín de los Sueños en su corazón, recordando que la felicidad es una decisión que está al alcance de todos.
- “¡Hagamos un mundo mejor! ” - decía todos los días mientras veían crecer sus flores.
Y así, años después, las risas de los niños resonaban en Grisópolis, preparando así su camino hacia un futuro lleno de colores.
FIN.