El Jardín de los Sueños
Había una vez una niña llamada Sofía que vivía en un pequeño pueblo. A pesar de que tenía una familia amorosa y amigos, había días en los que se sentía muy triste. Todo parecía gris y los colores del mundo se desvanecían a su alrededor.
Un día, mientras estaba en el jardín de su casa, vio una mariposa amarilla volando.
"¡Hola, mariposa! ¿Por qué eres tan feliz?" - preguntó Sofía.
"Porque vuelo libre y puedo visitar muchos lugares hermosos" - respondió la mariposa con una sonrisa.
A Sofía le gustaría ser como la mariposa, pero no sabía cómo. Entonces decidió salir a pasear. Se puso su abrigo y salió a recorrer el vecindario. Mientras caminaba, se encontró con un perro callejero.
"¡Hola, perrito! ¿Qué haces aquí solo?" - le dijo.
"Buscando un amigo con quien jugar" - respondió el perro moviendo la cola.
Sofía sonrió y se presentó:
"Soy Sofía, ¿quieres venir a mi casa?"
"¡Claro!" - dijo el perro, dando pequeños saltos de alegría.
Sofía y el perro, al que llamó Pipo, se convirtieron en grandes amigos. Jugaron y corrieron en el jardín, riendo y saltando como locos. Sofía se sentía cada vez más feliz, pero un día, Pipo desapareció.
Desesperada, Sofía buscó en todas partes, llamando su nombre:
"¡Pipo! ¡Pipo!"
Finalmente, llegó a una plaza del pueblo donde vio a Pipo jugando con otros perros.
"¡Pipo!" - gritó, corriendo hacia él.
"¡Sofía! ¡Mirá cuántos amigos tengo!" - ladró emocionado.
"Me alegra verte, pero te extrañé mucho", dijo Sofía.
Pipo la miró con cariño.
"No te preocupes, Sofía. Puedo ser amigo de muchos, y siempre volveré a ti".
Ese mismo día, juntos decidieron hacer algo increíble.
"¿Y si hacemos un club de amigos perros y humanos?" - propuso Sofía.
"¡Sí! Será genial" - ladró Pipo emocionado.
Sofía se puso manos a la obra. Hizo carteles y los colgó por todo el barrio, invitando a otros niños a jugar con sus mascotas. Al día siguiente, el jardín estaba lleno de niños y perros. Globalizándose en risas y juegos, Sofía jamás se había sentido tan feliz.
Con el correr de los días, su jardín se convirtió en un lugar especial donde todos se juntaban para jugar. Los colores brillantes y las risas llenaron su hogar, y su tristeza se desvaneció.
Sofía entendió que la felicidad no viene solo de no estar triste, sino de compartir momentos, hacer nuevos amigos y crear recuerdos.
Una tarde, mientras todos jugaban, Pipo se acercó a Sofía y le dijo:
"Mira cuántos amigos hemos hecho. Eres como la mariposa, volando en libertad con tus sueños".
"¡Es verdad!" - exclamó Sofía. "Ahora sé que siempre hay algo hermoso que descubrir, incluso en los días nublados".
Desde entonces, Sofía no solo fue la niña que solía sentirse triste, sino que se convirtió en el alma del barrio. Y siempre que veía una mariposa amarilla, sonreía, recordando que tenía el poder de crear su propio jardín de sueños y amistad.
FIN.