El Jardín de los Sueños
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Sonrisas, un niño llamado Tomás. Tomás era un soñador. Cada tarde, después de la escuela, se sentaba en su patio y miraba al cielo, pensando en las aventuras que podría tener. Pero había algo que lo preocupaba: su jardín estaba marchito y lleno de malas hierbas.
Un día, mientras tomaba su merienda, escuchó una voz suave.
"Hola, Tomás. ¿Por qué no me mirás a mí y no al cielo?"
Tomás se sorprendió y vio a una pequeña niña de cabello dorado y ojos brillantes, sentada en una flor gigante.
"¿Quién sos?"
"Soy Lila, la guardiana del Jardín de los Sueños. He venido a ayudarte. Tu jardín tiene mucho potencial, pero necesita un poco de cuidado y magia."
Intrigado, Tomás le preguntó cómo podía ayudar. Lila explicó que cada planta tenía un sueño.
"Si las plantas están marchitas, significa que sus sueños están olvidados. Hay que recordarles lo que querían ser. ¿Listo para la aventura?"
Tomás asintió con entusiasmo y siguieron por el jardín. Lila le mostró una planta cuyo tallo estaba torcido.
"Esta es la planta del arcoíris. Su sueño es traer colores al mundo. Pero ahora se siente triste porque nadie la cuida. Y su sueño se está desvaneciendo. ¿Qué podemos hacer?"
Tomás pensó y tuvo una idea.
"Podríamos pintarla con los colores del arcoíris. ¿Te parece?"
Lila sonrió.
"¡Eso es perfecto! ¡Vamos a buscar pinceles y pintura!"
Con cuidado, pintaron la planta. Poco a poco, comenzó a florecer con brillantes colores. El jardín cobró vida y los sueños comenzaron a volver. Pero había un gran obstáculo: una planta de espinas que se negaba a florecer.
"Esa es la planta de la amistad," explicó Lila.
"Su sueño era unir a los niños para que compartan. Pero está herida por viejos rencores. ¿Cómo la ayudamos?"
Tomás tuvo otra idea.
"¿Y si organizamos una fiesta? Así, los niños pueden olvidarse de sus diferencias y jugar juntos. Entonces la planta se sentirá querida."
"¡Esa es una gran idea! ¡Vamos a hacerlo!"
Difundieron la noticia y pronto, todos en el pueblo se unieron en la fiesta. Jugaron, rieron y compartieron. La planta de la amistad, sintiéndose amada, comenzó a florecer con hermosas y suaves flores.
Con el jardín en pleno esplendor, Tomás miró a Lila con gratitud.
"No sé qué haría sin vos. ¡Has traído la magia aquí!"
"No fui yo, Tomás. La magia estaba en vos y en el amor que compartís. Si cuidás de los sueños de los demás, siempre florecerán."
Desde aquel día, Tomás se convirtió en el cuidador del Jardín de los Sueños. Aprendió que, para hacer que los sueños florezcan, necesita amor, amistad y un pequeño toque de creatividad. Y así, el jardín siempre se mantuvo vibrante y lleno de vida, recordando la importancia de cuidar los sueños de todos, incluyéndose a sí mismo. Y cada vez que miraba al cielo, sonreía, sabiendo que había magia en cada rincón de su jardín.
Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.
FIN.