El Jardín de los Sueños
Había una vez en un pequeño pueblo argentino, un joven llamado Diego que soñaba con aventura y emoción. A sus 15 años, pasaba su tiempo explorando la naturaleza y recolectando flores en un hermoso jardín que estaba al borde del pueblo. Ese jardín era su refugio, donde se sentía libre y feliz. En una de sus exploraciones, conoció a Fenlly, una chica de 10 años con un espíritu aventurero y una risa contagiosa. Era un verdadero rayo de sol.
El día de su primer encuentro fue un día soleado, lleno de mariposas que revoloteaban entre las flores.
-Diago: "Hola, ¿qué haces aquí?"
-Fenlly: "¡Hola! Vine a buscar flores para hacer un ramo. Este lugar es mágico, ¿no?"
Desde ese momento, se volvieron inseparables. Pasaban horas juntos, juntos explorando el jardín, contando historias y soñando despiertos. Sin embargo, había un problema: la diferencia de edad. Los mayores del pueblo no veían con buenos ojos la amistad entre ellos, y menos aún cuando los niños hablaban de una conexión especial.
Una tarde, mientras jugaban a esconderse entre los árboles, Diego le dijo a Fenlly con un brillo en los ojos:
-Diago: "Siento que nuestro amor es como un árbol fuerte con raíces profundas. Nadie puede romperlo, aunque intenten ello."
-Fenlly: "¡Sí! Y si alguien intenta hacerlo, simplemente hay que plantar más flores alrededor para que crezca aún más fuerte."
Pero las habladurías no tardaron en llegar a oídos de los adultos, quienes comenzaron a criticar a Diego y a Fenlly. Un día, la madre de Fenlly, preocupada por la opinión de la gente, decidió hablar con su hija.
-Madre de Fenlly: "Fenlly, cariño, creo que debes alejarte de Diego. Es mayor que tú y la gente no lo ve como algo bueno."
Fenlly, angustiada, corrió hacia el jardín en busca de su amigo. Allí encontró a Diego contemplando las flores.
-Fenlly: "Diego, dicen que debemos separarnos. Mi mamá cree que no es bueno para mí."
-Diago: "¡No podemos dejar que eso nos detenga! Lo que sentimos es verdadero. Además, podemos demostrarles que nuestra amistad es pura y sincera. Podemos hacer algo que todos vean."
Después de muchos pensamientos, decidieron organizar una fiesta en el jardín. Invitarían a todos del pueblo, para mostrarles lo especial que era su amistad y cómo cada uno aportaba algo único al mundo. Fenlly se encargó de hacer las invitaciones, mientras que Diego preparaba el área con globos y luces.
El día de la fiesta llegó y el jardín se llenó de música y risas. Todos estaban sorprendidos ante la belleza y la alegría del lugar. Fenlly, vestida con un encantador vestido de flores, se acercó al escenario improvisado, con Diego a su lado.
-Fenlly: "¡Hola a todos! Queremos que se queden y disfruten de este hermoso jardín con nosotros, porque creemos que la amistad y el amor no conocen de edades."
-Diago: "Sí, y queremos compartir esto con ustedes. Todos somos parte de un mismo árbol. Cada uno tiene su lugar y su valor."
A medida que la fiesta avanzaba, los adultos empezaron a ver con otros ojos la conexión entre Diego y Fenlly. Todos estaban encantados de ver la pureza en su amistad. Aquel amor, que algunos consideraban prohibido, iluminaba el jardín con risas y sueños.
Entonces, la madre de Fenlly se acercó a su hija y a Diego, con una sonrisa en el rostro.
-Madre de Fenlly: "Quizás he estado equivocada... Lo que veo aquí es hermoso."
Con ese gesto, el amor y la amistad de Diego y Fenlly fue aceptado y, además, celebrada por todos. Con el tiempo, el pueblo aprendió a valorar las conexiones auténticas por encima del qué dirán.
Desde aquel día, el jardín se convirtió en un símbolo de amistad y amor, donde todos podían reunirse y celebrar la diversidad. Y así, Diego y Fenlly continuaron compartiendo su vida, enseñando a los demás que lo más importante en el mundo son los lazos que creamos y cómo esos lazos pueden florecer, sin importar las diferencias que nos separen.
FIN.