El jardín de los sueños de Don Manuel



Un día soleado y radiante despertó al campo con su canto de vida. El campesino, llamado Don Manuel, salió de su humilde casa con una bolsa llena de semillas brillantes y llenas de promesas.

Con paso firme y determinación en sus ojos, se dirigió a su parcela lista para sembrar. Al llegar al campo, Don Manuel se detuvo por un momento para contemplar la tierra fértil que se extendía ante él.

Respiró profundamente el aire fresco y se dispuso a comenzar su labor. Con cuidado, tomó puñados de semillas y las esparció con amor sobre la tierra abierta.

Las semillas caían como pequeñas estrellas fugaces, cada una llevando consigo la promesa de un futuro frondoso y próspero. Don Manuel las observaba con cariño mientras imaginaba los brotes verdes que pronto surgirían de la tierra.

- Qué bonitas quedaron las semillas esparcidas sobre la tierra - dijo Don Manuel para sí mismo con una sonrisa en el rostro. Mientras regaba las semillas recién plantadas, una bandada de pájaros revoloteaba cerca. Al percatarse del festín que tenían frente a ellos, los pájaros descendieron rápidamente sobre el campo y comenzaron a devorar vorazmente las semillas recién sembradas.

- ¡Oh no! ¡Los pájaros se están comiendo mis sueños! - exclamó Don Manuel alarmado al ver cómo desaparecían las semillas bajo el pico hambriento de los traviesos visitantes. Sin embargo, lejos de desanimarse, Don Manuel decidió actuar rápidamente.

Corrió hacia su casa en busca de unas telas coloridas que tenía guardadas y las colgó entre los árboles frutales cercanos al campo.

El brillo y movimiento de las telas asustaron a los pájaros, quienes levantaron vuelo espantados sin haber causado más daño. - ¡Lo logré! Mis sueños siguen vivos gracias a mi ingenio - celebró Don Manuel con alegría al ver cómo sus preciadas semillas estaban a salvo una vez más.

Con el pasar de los días, las primeras hojas verdes comenzaron a asomar tímidamente desde la tierra nutrida por el sol y la lluvia. Los brotes crecieron fuertes y sanos hasta convertirse en hermosas plantas cargadas de frutos jugosos y coloridos.

Don Manuel cosechó con orgullo los frutos de su trabajo duro y constante. Se sentía satisfecho al ver cómo sus sueños habían florecido gracias a su paciencia y perseverancia.

Y así, en cada amanecer radiante, Don Manuel recordaba la lección aprendida: que cultivar sueños requiere valentía para enfrentar los desafíos inesperados y sabiduría para encontrar soluciones creativas ante cualquier obstáculo que pueda interponerse en nuestro camino hacia el éxito.

FIN.

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