El Jardín de los Sueños de Sofía
Había una vez, en un pequeño pueblo lleno de flores y risas, una niña llamada Sofía. Sofía tenía una imaginación desbordante y amaba compartir sus sueños y juegos con todos. Cada vez que se despertaba, corría hacia el jardín de su abuela, donde las flores parecían bailar al viento y las mariposas revoloteaban felices.
"¡Hoy vamos a construir una ciudad de papel!" - exclamó Sofía un día, animada por una idea. Llamó a sus amigos, Juan y Lucía, que vivían cerca.
"¿Una ciudad de papel? ¿Cómo se hace?" - preguntó Juan, con curiosidad.
"¡Facilísimo! Solo necesitamos unas hojas de papel, tijeras, y mucha imaginación... ¡Como si fuéramos arquitectos!" - respondió Sofía con una gran sonrisa.
Los tres amigos se pusieron manos a la obra. Recortaron, pintaron y doblaron el papel, creando casas, escuelas y parques. Al terminar, Sofía miró su creación con orgullo y preguntó:
"¿Qué les parece?"
"¡Es hermosa! Pero ¿y los vecinos?" - comentó Lucía.
"¡Podemos imaginar que todos son seres mágicos!" - dijo Sofía con ojos brillantes.
Y así, la ciudad cobró vida en su mente. Con cada nuevo juego, los amigos inventaban historias y personajes emocionantes, desde un dragón que cuidaba los árboles hasta una reina amable que traía dulces a todos. Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, Sofía se dio cuenta de que algunos de sus amigos empezaban a alejarse.
Un día, mientras jugaban, Juan se cruzó de brazos y dijo:
"Sofía, a veces tus juegos son demasiado raros. La ciudad de papel ya no es divertida."
Sofía sintió un nudo en el estómago.
"Pero... ¡imaginar es lo mejor!" - respondió ella.
"No todos son como vos, Sofía. A veces preferimos jugar a las escondidas o al fútbol. Quizás deberías compartir un poco menos de tus sueños. Seamos más como los demás." - sugirió Lucía.
Las palabras de sus amigos la hirieron, pero Sofía no pudo evitar seguir soñando. Esa noche, mientras miraba las estrellas desde su ventana, decidió que no iba a renunciar a sus sueños. Al día siguiente, llevó algo diferente al jardín.
"¿Qué traés hoy, Sofía?" - preguntó Juan sin mucho interés.
"¡Un espectáculo de marionetas!" - anunció emocionada.
Sofía había creado personajes de papel, y desde una caja pintada a mano organizó un show. Cuando empezó a contar la historia de un valiente caballero que luchaba contra un monstruo de papel, sus amigos se sorprendieron.
"Esto es increíble, Sofía. ¡Es como un cuento en vivo!" - exclamó Lucía, aplaudiendo.
Poco a poco, todos comenzaron a involucrarse, a reír y a disfrutar de la historia. Al final del espectáculo, Juan se acercó y dijo:
"Lo siento, Sofía. A veces, necesitamos salir de nuestra zona de confort. Realmente me gustó tu espectáculo."
"¡Sí! ¡Y me encantaría que podamos inventar más historias juntos!" - respondió Sofía, con una sonrisa.
Desde ese día, sus juegos se convirtieron en una mezcla de sueños y realidades. Sofía aprendió que compartir sus ideas y sueños no solo era divertido, sino que también podía inspirar a sus amigos a abrirse a nuevas experiencias.
Así, el jardín de los sueños de Sofía se llenó de risas y creatividad, y nunca dejò de soñar.
Y lo más importante, entendió que ser diferente también es una gran fortaleza. Sofía y sus amigos continuaron creando cosas asombrosas dejando en cada juego una parte de su imaginación, y también hicieron un pacto: siempre compartir sus ideas, sin importar cuán locas pudieran parecer.
El tiempo pasó, y aquel jardín se convirtió en un espacio mágico, donde todos los sueños podían florecer. Y así fue como Sofía aprendió que compartir sus sueños y juegos podía hacer del mundo un lugar más divertido.
FIN.