El jardín de los sueños de Susana

Era una tarde soleada cuando Susana, de 11 años, estaba sentada en el jardín observando a su hermano mayor, Max, que tenía 20 años, mientras salía a reunirse con sus amigos. Susana frunció el ceño y suspiró profundamente.

- ¿Por qué no puedo salir a jugar con ellos? - murmuró para sí misma, sintiéndose un poco celosa. Max siempre parecía tener las mejores aventuras y ella se sentía un poco sola.

En eso, su madre, que estaba podando algunas plantas, la miró y le dijo:

- ¿Qué te pasa, Susana?

- Quisiera tener la misma libertad que Max para salir y divertirme. - respondió ella, cruzando los brazos.

Su madre sonrió y dijo:

- Bueno, quizás podrías crear tus propias aventuras aquí en el jardín. ¿No crees?

Susana se quedó pensando por un momento, y luego recordó lo que le dijo su amiga Valeria acerca de un rincón secreto en el jardín que había estado escondido detrás de los arbustos. Con entusiasmo, se levantó de su silla.

- ¡Voy a buscarlo! - exclamó, dándole un beso rápido a su madre antes de correr hacia el lugar que había mencionado Valeria.

Tras unos minutos de esculcar entre las ramas, encontró una pequeña entrada cubierta de enredaderas. Cuando la atravesó, se encontró en un lugar mágico lleno de flores de colores, mariposas revoloteando y un pequeño estanque donde nadaban algunas ranas.

- ¡Esto es increíble! - gritó Susana, emocionada.

En ese momento, notó que había un pequeño banco de madera. Al sentarse, escuchó un suave croar. Se trataba de una rana que parecía muy amistosa.

- ¡Hola! - dijo la rana.

- ¿¡Tú hablas! ? - respondió Susana, asombrada.

- Claro que sí. Todos aquí tienen algo que contarte. - dijo la rana con una sonrisa.

- ¿Qué quieres decir? - preguntó Susana intrigada.

- Cada planta, cada insecto, cada animal tiene una historia o un secreto. Si los escuchas, podrás descubrir un mundo lleno de sorpresas.

Susana se sentó más cómoda en el banco, dispuesta a escuchar. Primero, un grupo de hormigas marchando cerca se detuvo para contarle sobre su trabajo en equipo, sobre cómo se ayudan unas a otras para llevar el alimento al hormiguero.

- Siempre que trabajamos juntos, podemos hacer cosas que parecen imposibles. - dijo una de las hormigas.

Luego, apareció una mariposa que le habló sobre su proceso de transformación, cómo pasó de ser una oruga a convertirse en un bello ser alado.

- A veces hay que pasar por momentos difíciles para llegar a ser quien realmente somos. - le dijo.

Susana estaba maravillada, y cada nueva historia la hacía sentir más segura de sí misma. Con cada relato, entendía que todos, incluso su hermano Max, tenían sus propias historias y desafíos.

Pasaron las horas y el sol comenzó a esconderse en el horizonte. Susana se dio cuenta de que tenía que volver a casa.

- ¿Volveré a verlos? - preguntó un poco triste.

- Siempre que necesites un consejo, ven a este rincón. Nosotros estaremos aquí para ti. - le respondió la rana.

Esa noche, mientras cenaba con su familia, Susana se sintió llena de energía.

- ¡Max! - dijo entusiasmada. - ¿Sabías que en el jardín hay un lugar mágico?

- ¿En serio? ¡No sabía! - respondió Max, con curiosidad.

- ¡Sí! ¡Y hay una rana que habla! - continuó Susana.

- Eso suena como una aventura. ¿Por qué no me llevas mañana? - sugirió Max, con una sonrisa.

- ¡Claro! Pero tenemos que escucharlas juntas.

Y así, al día siguiente, Susana llevó a Max al rincón secreto. Los dos, con la mente abierta y el corazón alegre, escucharon a las criaturas del jardín compartir sus historias. Susana se sintió feliz al descubrir que podía compartir sus experiencias con su hermano, creando un vínculo aún más fuerte entre ellos.

A partir de ese día, Susana no solo dejó de sentir celos, sino que descubrió que cada uno tiene su propio camino y que, aunque pueden parecer diferentes, siempre hay algo único que aprender y compartir en familia.

Y así, Susana ya no se sintió sola; creó sus propias aventuras en el jardín, donde los sueños florecían, mientras aprendía a valorar cada historia del mundo que la rodeaba.