El Jardín de los Sueños Perdidos



En un pequeño pueblo donde el tiempo parecía haberse detenido, vivía un niño llamado Lucas. Lucas tenía una gran curiosidad por todo lo que le rodeaba, pero había algo que siempre lo mantuvo intranquilo: un antiguo jardín que se encontraba al final de su calle. Decía la leyenda que ese jardín estaba lleno de sueños perdidos, sueños que alguna vez habían pertenecido a personas que lo habían visitado en la antigüedad.

Una tarde, mientras Lucas paseaba con su perro Max, decidió que había llegado el momento de investigar ese lugar misterioso. Cuando entró, fue recibido por un aroma a flores y fruta, que se mezclaba con un aire de fantasía. Pero algo extraño sucedía: las flores no solo eran coloridas, sino que también hablaban.

"¡Hola, niño!" gritó una flor amarilla. "¿Por qué has venido a nuestro jardín?"

"Vine a ver qué secretos guarda este lugar. Siempre he sentido que aquí hay algo especial", contestó Lucas, sintiendo que era el momento de mostrar su valía.

De repente, una ráfaga de viento sopló, y de las profundidades del jardín apareció un viejo árbol, más ancho que cualquier otro que Lucas había visto. El árbol tenía una cara amable llena de arrugas que parecían contar historias milenarias.

"Soy el Guardián de los Sueños Perdidos", dijo el árbol con una voz profunda. "Aquí, los sueños que fueron olvidados esperan a ser encontrados de nuevo. Pero debes tener confianza en ti mismo y estar preparado para enfrentar el desafío".

Intrigado y emocionado, Lucas asintió. El árbol le explicó que para recuperar un sueño perdido, debía resolver una serie de acertijos. Lucas aceptó sin dudarlo.

El primer acertijo era: "Soy algo que se comparte, pero no se puede tocar. ¿Qué soy?" Lucas pensó y pensó.

"¡Es un secreto!" exclamó finalmente. Las flores aplaudieron, y el árbol lo recompensó con una semilla brillante.

"Esta semilla representará la confianza que necesitas para seguir adelante. Plántala cuando sientas que dudan de ti", indicó el árbol.

A medida que Lucas avanzaba en el jardín, se encontró con más acertijos. Cada uno le enseñó algo nuevo sobre sí mismo y sobre la vida. Aprendió que la amistad, la creatividad y la bondad también eran sueños que podía cultivar. Finalmente, llegó al último acertijo:

"Si tienes un sueño y no lo persigues, ¿qué te queda?".

Lucas se rascó la cabeza, y de pronto, se dio cuenta.

"¡Queda nada! Queda un anhelo. ¡Un sueño sin cumplir!"

"Correcto" , dijo el árbol con una sonrisa. "Pero si tienes el valor de perseguir tus sueños, puedes convertirlos en realidad".

En ese instante, el jardín se iluminó con colores brillantes y risas. Las flores comenzaron a cantar una melodía alegre, y Lucas se sintió más poderoso que nunca.

"Te he entregado la confianza y los sueños que habías perdido, Lucas. Ahora ve y nunca dejes de perseguir lo que te apasiona", concluyó el árbol.

Lucas salió del jardín con el corazón contento y la mente llena de ideas. Comenzó a plantar esa semilla de confianza y a actuar en busca de sus sueños. Cada día, seguía visitando el jardín, ayudando a otros a encontrar sus sueños perdidos y a tomar confianza en sí mismos.

Así, el niño que una vez se sintió perdido, se convirtió en un verdadero guardián de los sueños, enseñando a todos en su pueblo que la fe en uno mismo es el primer paso para alcanzar la felicidad y la realización personal.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!