El Jardín de los Valores



Era una vez, en una colorida y tranquila ciudad, un niño llamado Tomás. Tomás tenía un gran amor por las plantas y soñaba con tener el jardín más hermoso del mundo. Todos los días después de la escuela, corría a su pequeño jardín detrás de su casa, donde cultivaba flores y hortalizas. Un día, mientras regaba sus plantas, escuchó un susurro.

"¿Quién anda ahí?" - preguntó Tomás, sorprendido.

De repente, apareció una pequeña mariposa brillante que revoloteaba a su alrededor.

"Soy Marita, la mariposa de los valores. He venido para ayudarte a que tu jardín florezca aún más."

Tomás, curioso, sonrió.

"¿Cómo podés ayudarme?"

"Cada planta en tu jardín necesita algo especial, así como nosotros necesitamos valores para crecer bien" - explicó Marita.

Intrigado, Tomás siguió a la mariposa hasta un rincón de su jardín donde había una pequeña cartulina. Marita la señaló con su ala:

"Esta es la ficha de tus valores. Para que tu jardín crezca, tenés que plantar amor, respeto, amistad y generosidad. ¿Te animás?"

"¿Cómo hago eso?" - preguntó Tomás, mientras miraba ansiosamente la cartulina.

Marita sonrió y explicó:

"Por ejemplo, el amor es como el agua que riega tus plantas. Si querés tener un hermoso jardín de amistad, debés compartir con tus amigos y ser siempre honesto. ¿Te gustaría empezar por ahí?"

Tomás asintió, decidido.

Así que comenzó a practicar los valores. Primero, invitó a su amiga Ana a ayudarlo a plantar algunas semillas de flores.

"Ana, ¿te gustaría venir a sembrar conmigo?"

Ana, encantada, aceptó.

"¡Por supuesto, Tomás! Me encanta ayudar. ¿Qué tipo de flores vas a plantar?"

"Estas son de diferentes colores y son muy hermosas, pero necesitamos regarlas todos los días"

Durante días, Tomás y Ana trabajaron juntos en el jardín, riendo y compartiendo buenos momentos. Lo que no sabían era que, al cultivar sus flores, también estaban sembrando valiosos momentos de amistad y amor.

Una tarde, mientras jugaban en el jardín, un amigo más, Lucas, se acercó, con una expresión de tristeza.

"Hola, chicos. No sé cómo jugar bien al fútbol. Los otros chicos no me invitan.

Tomás y Ana intercambiaron miradas y se acordaron del valor del respeto.

"¡Lucas! No te preocupes, vení a jugar con nosotros desde acá. ¡Podemos enseñarte!"

Lucas sonrió, y esa tarde, el jardín se llenó de risas y de correteos.

A medida que pasaban los días, las plantas de Tomás florecían, y su jardín se llenaba de colores. Pero un día, una tormenta inesperada llegó y causó estragos. Cuando la tormenta pasó, Tomás corrió hacia su jardín, temiendo lo peor.

"¡Nooo!" - gritó al ver sus plantas caídas y destruidas.

Ana y Lucas vinieron rápidamente, y todos se pusieron a su lado.

"No te preocupes, Tomás. Podemos arreglarlo juntos" - dijo Ana.

"Sí, yo te ayudo" - agregó Lucas, con voz decidida.

Así, trabajaron en equipo. Compactaron la tierra, volvieron a plantar las semillas y las regaron con amor. Cada uno puso su máximo esfuerzo.

Con el tiempo, el jardín revivió más hermoso que antes, y Tomás se dio cuenta de algo importante.

"¡Qué hermoso es ver cómo trabajamos juntos!"

La mariposa Marita apareció nuevamente.

"¿Ves, Tomás? Cuando compartís, ayudás y mostráis amor y respeto, el jardín florece muchísimo mejor. Los valores son las semillas para una vida rica y colorida. Tu jardín es un reflejo de tus actos. ¡Seguí así!"

Tomás se sonrió y mirando a sus amigos le dijo:

"¡Gracias, chicos! Juntos, podemos lograr lo que sea. ¡El jardín de los valores nos unió!"

Desde ese día, Tomás, Ana y Lucas cuidaron su jardín, comerciaron sonrisas y sembraron en los corazones de todos quienes los rodeaban amor y amistad. Y así, el jardín de los valores se convirtió en un lugar mágico donde todos aprendieron a crecer juntos.

FIN.

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