El Jardín de Papel



Había una vez una niña llamada Sofía que amaba las flores más que nada en el mundo. En el patio de su casa, su jardín era un verdadero paraíso lleno de rosas, girasoles, y margaritas de todos los colores.

Un día, mientras Sofía disfrutaba de su hermoso jardín, se dio cuenta de que todas sus flores estaban marchitándose.

- ¿Por qué, por qué mis flores? - se lamentaba mientras las miraba con lágrimas en los ojos.

Justo en ese momento, un suave destello de luz iluminó el patio. De repente, apareció un hada pequeña con alas brillantes.

- Sofía, no te pongas triste - dijo el hada con una voz melodiosa. - Soy Lila, el hada de las flores, y he venido a ayudarte. Pero primero, debes aprender a crear flores de papel.

- ¿Flores de papel? - preguntó Sofía, muy intrigada.

- Sí - sonrió Lila. - Son mágicas a su manera. Si las haces con amor, podrán iluminar el mundo como tus flores reales.

Sofía, emocionada, siguió al hada y juntas fueron a buscar materiales. Lila le enseñó cómo reciclar viejas hojas de revistas y papeles de colores, y poco a poco, Sofía fue aprendiendo a hacer hermosas flores de papel.

- ¡Mirá lo que hice! - exclamó Sofía sosteniendo una flor brillante como el sol.

- ¡Espectacular! - respondió Lila. - Cada flor que creas lleva un pedacito de tu corazón.

Con entusiasmo, Sofía pasó días y días creando flores de papel. Llenó su habitación con arreglos de colores, y al ver el resultado, su tristeza comenzó a desvanecerse. Un día, tuvo una idea brillante.

- ¿Y si vendo mis flores de papel y ayudo a otros a que nunca tengan un jardín marchito?

- ¡Es una idea excelente! - celebró Lila. - Pero recuerda, debes hacerlo con amor, y no solo por el dinero.

Sofía organizó un pequeño puesto en el parque de su barrio, anunciando el “Jardín de Papel”. Muchas personas se acercaron, intrigadas por las coloridas flores.

- ¡Mirá qué lindas son! - exclamó una mujer.

- ¿Cuánto cuestan? - preguntó un niño.

- Solo necesito un poquito de amor como pago - respondió Sofía con una sonrisa.

A medida que las flores se vendían, Sofía empezó a regalar flores a aquellos que no podían comprar. El boca a boca hizo que su pequeño negocio creciera y se convirtió en un lugar conocido en el barrio.

Pero un día, un hombre muy serio llegó a su puesto.

- Sofía, tu negocio es atractivo, pero ¿no crees que podrías hacer algo más grande?

- No quiero perder la magia de las flores de papel - dijo Sofía, un poco asustada.

El hombre, que resultó ser un empresario, le ofreció ayudarla a expandirse.

- Puedes seguir creando y dar empleo a otros niños para que trabajen contigo. Juntos, pueden hacer maravillas.

Sofía pensó en ello, y después de hablar con Lila, decidió aceptar la oferta, pero con una condición.

- Quiero que cada flor que hagamos se venda con un mensaje de amor y amistad.

El empresario aceptó y, juntos, fundaron una pequeña fábrica de flores de papel, donde muchos niños se unieron a Sofía. Así, su negocio no solo floreció, sino que también hizo felices a muchas personas.

Un día, mientras trabajaban en la fábrica, Lila apareció de nuevo.

- Estoy tan orgullosa de ti, Sofía. Has creado un mundo lleno de flores y alegría.

- Gracias, Lila. Todo esto es posible gracias a tu ayuda.

Y con eso, Sofía comprendió que, aunque su jardín real había marchitado, había creado un jardín aún más hermoso en el corazón de su comunidad. Las flores de papel no solo llenaban su vida de colores, sino que también traían amor a los demás. Desde ese día, Sofía y sus amigos trabajaron juntos haciendo flores preciosas, aprendiendo cada día que la verdadera belleza está en compartir y crear con amor.

Y así, Sofía nunca olvidó la importancia de cuidar el corazón de su jardín, que siempre crecerá en cada sonrisa y en cada pedacito de amor que brinda a los demás. Y colorín, colorado, este cuento ha terminado.

FIN.

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