El Jardín de Planeta



Había una vez un lugar llamado Montón, un barrio donde los niños jugaban entre desechos y basura. Las veredas estaban cubiertas de papeles, botellas y juguetes rotos, y a ellos no les importaba. Emocionados, corrían de un lado a otro, inventando juegos con lo que encontraban. Pero había una que se sentía muy triste por esa situación: la profesora Renée.

Un día, mientras miraba a los chicos jugar, se acercó a ellos con una sonrisa.

"¡Hola, chicos! ¿Qué les parece el lugar donde pasan sus días?" - les preguntó.

Los niños rieron y respondieron:

"¡Es divertido, pero a veces es un poco oloroso!" - dijo Lucas con una mueca.

"Sí, pero imaginen cómo sería jugar en un lugar hermoso, lleno de flores y árboles. ¿No creen que sería genial?" - dijo Renée, emocionada.

Los niños miraron a su alrededor, sintiendo algo de curiosidad.

"¿Cómo lo haríamos?" - preguntó Julia, mientras recogía un papel del suelo.

Con esa simple pregunta, Renée tuvo una idea: reunir a todos los padres y organizar un gran proyecto para transformar Montón en un lugar hermoso. Así que convocó una reunión en la escuela.

Esa noche, los padres llegaron a la escuela, dispuestos a escuchar la propuesta de Renée.

"Gracias a todos por venir. Les propongo que juntos transformemos este lugar en un hermoso jardín. Se llamará El Jardín de Planeta. Podría ser un lugar donde nuestros chicos puedan jugar y aprender sobre la naturaleza." - explicó Renée con entusiasmo.

Algunos padres estaban emocionados.

"¡Es una idea maravillosa!" - exclamó Laura, la mamá de Ana.

Pero otros fueron más escépticos.

"¿Y quién va a limpiar toda esta basura? ¡Es un trabajo enorme!" - dijo Carlos, el padre de Tomás.

"¡Nosotros!" - dijeron al unísono los niños, llenos de energía. "Podemos ayudar!"

Renée sonrió, sintiendo que estaban en el camino correcto. Así que empezaron a planear.

Con el apoyo de todos, se organizaron días de limpieza y plantación. La comunidad entera se comprometió a ayudar. Equipados con guantes, bolsas de basura y muchas ganas, los niños y adultos se pusieron a trabajar.

"Miren, encontré un mayón de un dinosaurio, ¡es un tesoro!" - gritó Damián, levantando un juguete viejo.

Todos se rieron y continuaron trabajando. Durante semanas, juntaron la basura, plantaron flores, y crearon espacios de juegos. Renée organizó talleres sobre reciclaje y cuidado del medio ambiente, donde los niños aprendieron a cuidarse y a cuidar el planeta.

"Mañana vamos a plantar un árbol gigante en el centro del jardín. ¡Es un roble y crecerá muy fuerte!" - anunció Renée un día.

Los niños estaban ansiosos.

"¡Yo quiero ayudar!" - dijo Ana.

"¡Yo también!" - exclamó Martín.

Finalmente, llegó el gran día y todos juntos plantaron el roble. Aquel árbol, que en el futuro brindaría sombra y refugio a muchos pájaros, fue un símbolo de su trabajo y unión.

Días después, el jardín estaba listo. El día de la inauguración, los padres y niños llegaron con globos y sonrisas. Al abrir las puertas, se reveló un hermoso espacio lleno de flores, senderos de piedras, un pequeño estanque y un columpio hecho con troncos.

"¡Bienvenidos al Jardín de Planeta!" - gritó Renée, emocionada.

Los niños corrieron a explorar, riendo y jugando. Igual que siempre lo habían hecho, pero ahora en un lugar que cuidaron y que era suyo. Saltaron de alegría, mientras familias enteras disfrutaban del nuevo espacio.

"¡Gracias, profe Renée!" - gritaron los chicos. "¡Esto es mágico!"

Pero, al poco tiempo de inaugurado el jardín, algunos niños de otros barrios empezaron a acercarse, queriendo jugar también. No obstante, se dieron cuenta de que no todos cuidaban el lugar como ellos.

Un día, un grupo de niños dejó botellas y envoltorios por todas partes, rompiendo la belleza del jardín.

"¡No pueden hacer eso!" - les gritaron los chicos de Montón.

Renée, al darse cuenta de la situación, decidió actuar.

"Chicos, no podemos dejar que nadie destruya lo que hemos creado. ¿Qué tal si les enseñamos cómo cuidar el jardín?"

Entonces, los niños de Montón se hicieron amigos de los otros niños y, juntos, formaron un nuevo grupo de cuidado del jardín. Enseñaron a los nuevos amigos sobre reciclaje, plantaron juntos y aprendieron a valorar el espacio.

A partir de ese día, El Jardín de Planeta no solo se convirtió en un refugio para los niños de Montón, sino en un lugar donde todos podían jugar, aprender y crecer juntos, cuidando del entorno.

Así, con esfuerzo, cariño y cooperación, los niños descubrieron que transformando su espacio, también transformaban sus corazones, creando un mejor futuro para todos. Y cada vez que pasaban por el jardín, recordaban el viaje que habían recorrido juntos. Desde ese día, el jardín floreció, convirtiéndose en un símbolo de unión y esperanza.

"¡Gracias por cuidarlo!" - decían todos los que visitaban El Jardín de Planeta, manteniendo siempre viva la promesa de cuidar su hogar.

Y así, la historia de La Montón pasó de ser un lugar triste a un sitio lleno de vida, donde todos aprendieron que, cuando trabajamos juntos, podemos hacer grandes cambios.

FIN.

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