El Jardín de Pura Vida
En un futuro no tan lejano, donde las ciudades son ruidosas y la tecnología distancia a las personas, un grupo de niños decidió aventurarse en la selva que rodeaba su hogar para descubrir un mundo diferente. En el pueblo de Eco, donde vivían, todos estaban tan ocupados buscando el próximo avance tecnológico que se olvidaban de las maravillas de la naturaleza.
Un día, mientras exploraban, Nia, la más curiosa del grupo, dijo:
"¿Y si hacemos un refugio en el bosque? ¡Podríamos vivir como nuestros ancestros!"
Sus amigos, Tomás y Luna, se miraron intrigados.
"¿Viviremos sin pantallas?" preguntó Tomás.
"Exactamente. Seremos un equipo. Nos conectaremos con la tierra, con los animales y entre nosotros”, respondió Nia emocionada.
Con su idea en marcha, Nia, Tomás y Luna recolectaron ramas, hojas y todo tipo de materiales naturales. Trabajaron juntos, riendo y compartiendo ideas, y al caer la tarde, su refugio estaba listo. Era un hermoso escondite rodeado de árboles y flores.
"¡Yeah! ¡Lo logramos!" exclamó Luna, saltando de alegría.
"Esto es solo el comienzo. ¿Qué tal si aprendemos a sembrar nuestros propios alimentos?", sugirió Nia.
"Sí, me encantaría! Así no necesitamos ir al supermercado por plástico y reciclables. ¡Podemos ser autosuficientes!" añadió Tomás, entusiasmado.
Los niños decidieron crear un jardín. Se despertaban cada día con el sol, regaban las plantas y aprendían a cuidar de ellas. Mientras crecían las semillas, comenzaron a descubrir que la naturaleza estaba llena de sorpresas. A medida que pasaban los días, se hizo evidente que también debían aprender a convivir con los animales que allí habitaban.
Un día, un pequeño conejo se pasó por su jardín.
"Miren, hay un conejo. ¡Qué tierno!" dijo Luna, emocionada.
El conejo, curioso, los observaba.
"¡No le asusten, no le asusten!" susurró Nia.
Sigilosamente, se acercaron y comenzaron a jugar con el conejo, quien, lejos de asustarse, pareció disfrutar de su compañía.
Pronto, el grupo obtuvo más visitantes: aves coloridas, mariposas y hasta un zorro travieso.
"Esto es genial, la fauna nos conoce y no tienen miedo de nosotros. ¿Saben? Es como si estuviéramos formando un equipo con ellos!" comentó Tomás.
"Sí, sí! Como en una verdadera comunidad, pero sin necesidad de tecnología”, intervino Luna.
El tiempo pasó, y su jardín floreció como un verdadero paraíso. Sus amigos de Eco comenzaron a notar que algo especial estaba sucediendo en la selva y decidieron investigar. Cuando llegaron, encontraron a Nia, Tomás y Luna jugando y cuidando su jardín.
"¿Qué es esto? Miren cuántas plantas, y ¡hay animales!" pidió Pablo, uno de sus amigos.
"Esto es nuestro refugio. ¡Vengan! Aquí estamos creando un lugar donde todas las criaturas viven felices!" les invitaron.
a medida que los demás se unían, la alegría y la risa llenaron el aire. Pronto, decidieron llevar su idea más allá. Juntos, fueron al pueblo para mostrarle a los adultos cómo vivir en armonía con la naturaleza.
"Si todos plantamos árboles y cuidamos juntos, ¡podemos cambiar Eco!" les explicó Nia con entusiasmo.
Los adultos estaban sorprendidos. Nunca habían visto a sus hijos tan felices y conectados con el mundo que les rodeaba.
Finalmente, los adultos se unieron y comenzaron a construir jardines en sus casas, y la comunidad de Eco comenzó a florecer. Con el tiempo, aprendieron a vivir de manera más sustentable, y la tecnología dejó de ser prioritaria y se integró a sus vidas de una forma más equilibrada, respetando la naturaleza.
"Nosotros podemos ser el cambio," dijo Tomás un día.
"Claro, y siempre juntos. Después de todo, unidos somos más fuertes!" concluyó Luna, mirando hacia el brillante cielo lleno de estrellas.
El Jardín de Pura Vida se convirtió en un símbolo de lo que significa vivir en equilibrio. Y así, en un futuro donde el primitivismo permitirá cultivar un mundo más humano, los niños siempre recordarán que, juntos, son capaces de crear un lugar donde todos pueden ser felices y coexistir en armonía.
Desde aquel día, Eco se transformó en un lugar donde la risa y la naturaleza siempre vibraban al mismo tiempo, un lugar donde todos eran parte de un mismo jardín, de pura vida.
FIN.