El Jardín de Sabiduría
Era una brillante mañana en el castillo de Patronio, un sabio conocido en todo el reino por su profundo conocimiento y su bondad. El exterior del castillo estaba lleno de flores de todos los colores, insectos revoloteando y aves cantando, creando un ambiente de alegría. Sin embargo, dentro del castillo, una adolescente con algunos moratones se acercaba con un paso vacilante.
"¡Hola!", dijo la chica, algo nerviosa. "Me llamo Clara. He escuchado que eres el más sabio de todos. ¿Podrías ayudarme?"
Patronio, vestido con una túnica de tonos lilas que relucía con la luz del sol, la miró con dulzura.
"Por supuesto, Clara. Ven y cuéntame qué te preocupa."
Ella se sentó en un cojín de terciopelo, y tras un suspiro profundo, comenzó a explicar su situación.
"Hay un grupo en la escuela que se burla de mí. No sé qué hacer. A veces me siento muy sola y herida..."
Patronio asintió, comprendiendo su dolor.
"Debes saber que todos en la vida enfrentamos tormentas, pero el verdadero valor se encuentra en cómo enfrentamos esas tormentas. ¿Te gustaría que te contara una historia?"
Clara asintió, intrigada.
"Érase una vez un pequeño pajarito que vivía en un nido en la cima de un árbol. Un día, decidió que quería volar más alto que nunca. Pero había otros pájaros que se reían de él y le decían que no podría hacerlo. Sin embargo, el pequeño pajarito no se rindió. Practicó y practicó hasta que un día, en un amanecer dorado, tomó impulso y voló más alto que todos. Al final, no solo había demostrado a los demás que podía, sino que también se encontró volando junto a amigos que valoreban su valentía."
Clara sonrió ligeramente, sintiendo que la historia resonaba en su corazón.
"¿Y si no puedo volar?" , preguntó con tristeza.
"Ah, pero tampoco sabemos cuánto podemos volar hasta que nos atrevamos a intentarlo. ¿Te gustaría cambiar tus moratones por alas?"
Clara reflexionó. Cada moratón en su piel era una marca de su lucha, pero también de su deseo de encontrar el camino.
"Sí, ¡me gustaría! Pero ¿cómo lo haría?"
Patronio sonrió y le extendió una flor del jardín, una orgullosa flor de colores vibrantes.
"Esta flor es un símbolo de tu fortaleza. Cuando alguien te insulte o te haga daño, puedes mirar a tu alrededor y recordar que eres única y valiosa como esta flor. Nadie puede cambiar tu esencia."
Clara tomó la flor, sintiéndose más fuerte.
"Voy a plantarla en mi corazón y recordarlo siempre. Pero tengo miedo de enfrentar a los que me molestan."
"El miedo es natural, Clara. Pero recuerda, a veces, enfrentar nuestros miedos es lo que nos hace crecer. ¿Por qué no intentas hablar con ellos primero? Tal vez no entienden cómo te hacen sentir."
Clara sintió que una chispa de valentía comenzaba a encenderse dentro de ella.
"Creo que podría intentarlo. A veces creo que solo necesitan escucharme."
"Exactamente. Las palabras pueden ser puentes o muros, dependiendo de cómo las usemos. Persiste y recuerda que siempre puedes volver a esta flor cuando necesites recordar tu propia fortaleza."
Con una sensación de determinación, Clara se levantó y se despidió de Patronio. Caminó hacia la salida del castillo, sintiendo que, aunque había momentos difíciles, tenía las herramientas para volar más alto.
Fuera del castillo, el perfume de las flores la envolvía y sabía que cada paso que daba la hacía más fuerte.
Decidió que iba a hablar con aquellos que le hacían daño y a ser la voz que necesitaba. Nunca quedó sola, porque la flora de su corazón siempre la acompañaría.
FIN.