El Jardín de Setiembre



Era un hermoso día en el mes de setiembre, cuando el sol brillaba con fuerza y las flores empezaban a florecer. En el corazón del bosque, vivían dos amigos inseparables: Violeta la ardilla y Ciri la vizcacha. Violeta era conocida por su energía inagotable y su curiosidad, mientras que Ciri era más tranquila y pensativa.

Un día, mientras exploraban el bosque, Violeta se detuvo de golpe al notar algo curioso.

"¡Ciri, ¡mira eso!" - gritó emocionada, señalando un par de hermosas flores de colores vivos.

"¡Son preciosas!" - respondió Ciri, acercándose con cautela. "Creo que son flores de primavera, pero no las vi nunca antes."

Intrigadas, decidieron investigar más sobre las flores. Tras investigar, descubrieron que esas flores eran muy especiales porque solo florecían una vez al año, en setiembre. Además, tenían un olor dulce que atraía a muchos animales del bosque.

Pero había un problema: un grupo de pequeños animales se había estado peleando por las flores. Cada uno quería llevarse la mayor cantidad de ellas. Violeta y Ciri sabían que eso no estaba bien.

"No podemos dejar que se peleen. Las flores son para todos. ¡Tienen que compartir!" - sugirió Violeta.

Ciri asintió, y juntas se acercaron al grupo.

"¡Hola, amigos!" - exclamó Violeta. "¿Por qué pelean por las flores? Son hermosas, pero hay suficientes para todos."

Los otros animales, que eran un grupo de conejos y pájaros, se miraron confundidos. Uno de los conejos, llamado Tobi, se adelantó y dijo:

"Pero ¡queremos tener las flores para nosotros! Son muy raras y queremos mostrarles a todos nuestros amigos."

"Entendemos que son especiales, pero si se pelean, no podrán disfrutarlas. ¿Por qué no organizamos una fiesta en el bosque?" - propuso Ciri.

Todos los animales se quedaron en silencio, pensando. Al final, Tobi respondió:

"Suena bien, pero ¿quién va a traer las flores?"

"Nosotros podemos hacerlo. Sabemos dónde están y así todos podremos verlas y disfrutarlas juntos" - dijo Violeta.

Los animales comenzaron a entusiasmarse con la idea. Así que ese mismo día, cada uno se comprometió a hacer algo para la fiesta. Ciri se encargó de las decoraciones, Violeta de las flores, los conejos traían comida, y los pájaros se ocuparían de la música.

La fiesta se llevó a cabo una semana después, y el bosque se llenó de risas, colores y sobre todo, amistad. El aroma de las flores llenaba el aire y los animales bailaban al ritmo de la música.

"¡Esto es increíble!" - dijo Tobi mientras giraba con una flor en la mano, "Me alegro de haber compartido."

Ciri sonrió al ver a todos disfrutar, y Violeta se sintió orgullosa por haber ayudado.

Sin embargo, en medio de la celebración, un viento fuerte comenzó a soplar y derribó algunas flores. Violeta, preocupada, dijo:

"¡Oh no, las flores!"

Pero Ciri, con calma, dijo:

"No te preocupes, Violeta. Podemos recogerlas y volver a plantarlas juntos. Así se verá aún más lindo."

Los animales se unieron para recoger las flores y, con el trabajo en equipo, plantaron muchas más junto con las que ya estaban, creando así un jardín aún más hermoso.

"¡Miren, nuestro jardín tiene más flores que antes!" - gritó Violeta al ver el resultado.

Y así, aprendieron que compartir y trabajar juntos podían hacer que cualquier desafío se convirtiera en una hermosa oportunidad. Regresaron al pic nic y se sentaron todos juntos, disfrutando de la comida y del sol de setiembre.

Desde ese día, el jardín de setiembre se convirtió en el lugar de encuentro de todos los animales, un sitio donde la amistad, la colaboración y la alegría florecían siempre. Cada setiembre, después de recoger las flores, celebraban su hermosa fiesta, recordando la importancia de la amistad y del compartir.

Así, Violeta y Ciri demostraron que, a veces, las cosas más bellas surgen cuando todos trabajan juntos, como las flores en su jardín.

Fin.

FIN.

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